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Cómo llamaron los españoles a Tenochtitlan

Por la fecha, Grijalva bautizó el sitio como Santa Cruz de la Puerta Latina.

En el mes de abril de 1519, Hernán Cortés llegó con su flota de navíos a las costas de Veracruz, en el Golfo de México, donde vivían los señores totonacas, y lugar desde donde subían a la zona del Altiplano y debió confrontar a los pueblos tlaxcaltecas y cholultanes. Después llegarían las tropas de Cortés a la vieja Tenochtitlán.

Organización del mercado

Se organizó el mercado según el género de producto a sugerir. Por una parte estaban los comerciantes de animales, que ofrecían xoloitzcuintles, conejos, mapaches, armadillos, tejones y tortugas; al tiempo que otros vendían pájaros de plumaje muy colorido; Allí asimismo se conseguía carne de rapaces, víboras y corzos, siempre y en todo momento presentes en los banquetes de la nobleza. En otra sección del mercado estaban los puestos de comidas preparadas, donde los chefs preparaban las nutritivas tortillas que acompañaban los quesos con frijoles y chile; Asimismo ofrecieron tamales y atole, tal como ricos tlacoyos rellenos de habas y habas. Traídos de la costa, los pescados se ofrecían en hojas de palma que los sostenían frescos; Se conoce, mediante las crónicas, el gusto que tenía Moctezuma por esta clase de alimentos, que llegaban todos los días a su mesa. Tomates, chía, maíz en grano o en mazorca, frijol, calabaza y, naturalmente, chile, se ofrecieron a la clientela en puestos expertos en verduras y hortalizas, aparte de frutas, traídas primordialmente de tierras cálidas. En el mercado existían personas dedicadas al transporte de mercancías, eran los tamemes o porteadores, quienes efectuaban su trabajo pesado llevando la carga a la espalda, ayudados de cestos y costales. En este mercado indígena asimismo existían puestos donde se vendían toda clase de yerbas, animales y polvos múltiples, y hasta piedras, que servían con objetivos medicinales; Esta era la sección donde los sanaderos mexicas practicaban sus artes terapéuticas. Además de esto, con estos materiales y substancias asimismo se efectuaban ocupaciones de brujería. Había mercaderes expertos en cerámica, tanto de empleo diario como de mucho lujo, de forma exclusiva para las mesas de los nobles, resaltando los recipientes que venían de Texcoco, decorados con interesantes diseños en pintura roja muy pulimentada, y los jarros policromados de Cholula, de los tlaxcaltecas. y Mixteca. Los pigmentos y minerales, tal como los pinceles con los que trabajaban los artistas mexicas, asimismo se podían comprar en el mercado, en los puestos donde se vendían toda clase de tintes de las mucho más variadas tonalidades y texturas. Con ellos cobraron vida las murallas de la región, los cuerpos de los hombres, los textiles y los manuscritos pictográficos. En lo que se refiere a los textiles, se tejían en telares con tira posterior, y el mercado ofrecía primordialmente los elaborados con hilos de algodón, a los que se agregaban cuentas de jade, caracoles, plumas y piel de conejo, entrelazados. Con estos tejidos se realizaba la indumentaria de los pobladores de Tenochtitlan y Tlatelolco, el quechquémitl (ropa que cubre la parte de arriba del cuerpo), el huipil (blusa o vestido adornado) y el embrollo o pollera -para mujeres- y el máxtlatl (taparrabos) ) y la tilma (prenda que se transporta por enfrente como un delantal largo) -para los hombres-. El mercado de Tlatelolco tenía una sección, en su parte central, dedicada en venta de productos que solo podían conseguir los nobles o pipiltin (señores esenciales entre los mexicas, como curas, soldados y gobernantes de gobierno); allí se ofrecían cactus o sandalias, que daban identidad jerárquica, siendo este el primer signo que distinguía a un pipiltin de un macehualtin (clase popular que se encontraba sobre los esclavos y bajo los macehallin o nobles). Asimismo se vendieron elementos y materiales de prominente valor traídos de tierras lejanas por las caravanas pochtecas, como plumas de quetzal, guacamayo y otras aves exóticas; metales hermosos y piedras muy apreciadas como la turquesa y el jade. Asimismo se ofrecían joyas y ornamentos ahora trabajados para empleo único de la nobleza, el jade, el oro y la plata se convertían en brazaletes, collares, diademas, pectorales, labios y anillos, por obra de los orfebres. El mercado tenía sus mandatarios, quienes por su parte actuaban como jueces supremos que observaban el buen desempeño de la institución. Bajo su mando estaban los guardianes del orden. Guerreros pochtecas que se identificaban por sus peinados, su indumentaria y su muy elegante abanico. Eran los únicos a los que se les dejaba vagar por el mercado con sus armas. El mercado de Tlatelolco asimismo fue el primordial punto de acercamiento de la región; la multitud venía a darse cuenta de las novedades mucho más esenciales de la zona ahora hallarse con amigos; y asimismo era el sitio donde los progenitores de los tipos y las casamenteras iban a buscar, entre las muchachas solteras, a la futura mujer de sus hijos. Un área separada del mercado se dedicó de forma exclusiva en venta de esclavos; estos fueron adquiridos como un producto de gran lujo. Podrían ser usados para trabajos forzados, servidumbre o sacrificio humano. Asimismo había una región para la prestación de distintos servicios, entre ellos una barbería. El mercado de Tlatelolco fue visitado por Hernán Cortés antes de la guerra de conquista. La última y definitiva guerra contra los mexicas sucedió aquí el 13 de agosto de 1521, en el momento en que Cuauhtémoc fue derrotado y obligado a capitular frente Cortés. El cronista Bernal Díaz del Castillo detalla la matanza de los mexicas: “…ese día fue tan sanguinolento que era irrealizable caminar por el sitio por la proporción de cadáveres ulados”. Se calcula que mucho más de 40.000 indígenas fueron asesinados ese día”. La caída de Tlatelolco marcó el desenlace del imperio mesoamericano más esencial.

«El conquistador, al proteger su conquista, se regresa ciervo de lo que conquistó, o sea, al tener sexo, lo jodió.» Marco Tulio Cicero, (106 a. C. – 43 a. C.), jurista, político, pensador y orador de roma.

La expedición a México

Mientras que Cortés estuvo en Cuba, el gobernador Velázquez le asignó múltiples expediciones con el propósito de examinar el territorio y saber mejor las etnias nativas. En 1518, Velázquez le encargó que dirigiera una expedición a la costa de México, pero entonces trató de detenerlo, con lo que Cortés se apuró y salió de Cuba con la intención de efectuar una sucesión de conquistas para sí mismo.

En el mes de marzo de 1519, Cortés y sus tropas llegaron a las costas de México. Entonces de múltiples combates con las ciudades nativas y como producto de estas guerras, se ofrecieron veinte esclavos mayas para ser útil a los españoles.

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