Cómo se llama el primer pecado que hizo daño a la humanidad

El pecado de Adán ( ) representa la universalidad del mal, del poder esclavizante, de la raza humana.

El pecado se comprende, ordinariamente, como «desobediencia» a un orden divino. En el fondo de esta desobediencia está la desconfianza en Dios; la iniciativa de que Dios es arbitrario en el momento en que prohíbe tal o como cosa; detrás está la sospecha de que Dios tiene otras pretenciones aparte de buscar lo destacado para sus hijos. Esta desconfianza en los designios de Dios es siempre y en todo momento muy de hoy, ahora ha atravesado la crónica de la raza humana. Asimismo en el fondo de este pecado está el deseo de ser como Dios; un deseo un poco legítimo, en tanto que Dios creó al humano a su imagen y semejanza, y desea que sus hijos compartan con él su alegría y felicidad. Pero Adán y Eva desearon lograr esta felicidad por sus medios y no aguardaron a que Dios se la diese.

En lo que se refiere a las secuelas del pecado, la primera es que hace molesto la presencia y la mirada de Dios. Teniendo a Dios como amigo y padre con quien se puede caminar y charlar con seguridad, Adán y Eva han comenzado a tratar en balde de huír de su mirada escondiéndose tras un arbusto. Otra consecuencia es presenciar la desnudez, tanto física como espiritual. Adán y Eva ahora estaban desnudos antes de la caída, pero no se percataron hasta la actualidad. El pecado ha perturbado su mirada y el modo perfecto en que se sienten mirados. El pecado no acepta la mirada extraña sobre nuestro corazón. Edifica un planeta desprovisto de hermosura que instintivamente desea ocultarse de los ojos de Dios y de los hombres. Pero esto no solo daña nuestra relación con Dios, sino asimismo daña nuestras relaciones con otra gente que nos cubren, y nos hace perder el valor para asumir nuestras responsabilidades.

Los efectos del veneno

Ya que Adán y Eva consumieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, toda la raza humana se corrompió con su elemento malvado. Este elemento malvado ha envenenado cada una parte de nuestro ser.

Primero, nuestro espíritu humano, nuestra parte mucho más profunda, construída por Dios para contactarlo, recibirlo y contenerlo, se encontraba totalmente insensibilizado. Efesios 2:1 nos comunica que, como humanos caídos, estábamos fallecidos en nuestros delitos y errores. Antes de nuestra salvación, si bien estábamos físicamente vivos, estábamos fallecidos en nuestro espíritu. Dios nos creó para tener una relación cariñosa y también íntima con Él, pero con nuestros espíritus desgastados por la caída del hombre, no tenemos la posibilidad de contactarlo.