Anteriormente, la mujer de un caballero ponía el título Dama antes de su nombre de pila, pero este empleo fue sustituido por «Lady» a lo largo del siglo XVII.
Orgullo y prejuicio, 1940. Fotografía: MGM.
Lo llamamos “cine de copas” y la imagen no puede ser mucho más evocadora. En el instante vienen a la cabeza nombres como Jane Austen, Emma Thompson o James Ivory y situaciones ambientadas en el momento del té en un muy elegante salón o terraza, cuyo avance de una fachada exangüe y refinada deja, no obstante, intuir un fuerte enfrentamiento oculto. Los individuos semejan estar sujetos a un código de conducta recio y increíblemente difícil, en el que cada ademán y cada palabra han de ser medidos bajo pena de ostracismo o, peor aún, de murmullos y miradas de desaprobación. El contexto de todo… ¿no es necesario decirlo? Inglés de clase alta del siglo 19. O sea, la temporada victoriana.
¿Quién fue el Rey Arturo?
El Rey Arturo (en inglés, King Arthur) es el personaje central de una histórica tradición británica contada en varios romances medievales, no solo británicos, sino más bien asimismo franceses y alemanes (populares en grupo como «Arturian Cycle» o «Historia de historia legendaria Arturic” y que constituyen la llamada “Materia de Enorme Bretaña”).
Según las ediciones mucho más terminadas, Arturo fue un ejemplar rey británico que rigió virtuosamente desde su castillo de Camelot y lideró una fraternidad famosa como «los caballeros de mesa redonda», hasta el momento en que murió a manos de su hijo y fue llevado a la isla de Avalon.
Novedosa colaboración con Hugo von Hofmannsthal
Tras crear el libreto de Elektra, Richard Strauss aseveró que su próxima ópera estaría redactada a la forma de Mozart. Por su lado, la familia Hofmannstahl procedía de la vieja aristocracia austriaca y los últimos hechos históricos que antecedieron a la ineludible caída del Imperio austrohúngaro m hundió al dramaturgo en la tristeza. El Cavaleiro da Rosa sería como un obsequio a un artista cuya primordial motivación era perpetuar las señales de identidad de una sociedad al filo de la extinción ahora la que él mismo pertenecía. La obra de Strauss supuso asimismo el comienzo de un desarrollo que llevaría a los 2 genios a recorrer un nuevo sendero estético, que va de Elektra a El caballero de la rosa, del descenso a las cloacas del alma humana a la muy elegante recreación de un planeta de humor, dulce erotismo, disfraces, amor y fallos. Con O Cavaleiro da Rosa, quedó atrás ese convulso lenguaje wagneriano y esa recia expresividad. Mientras que Salomé y Elektra tocaban las puertas de la atonalidad, El caballero de la rosa se rendía frente a un principiante neoclasicismo, si bien poderosamente marcado por el posromanticismo. Mientras que el público leal a Strauss festejaba su cambio de opinión, la intelectualidad centroeuropea lo tildaba de traidor. El libretista Hugo von Hofmannsthal y el compositor Richard Strauss han comenzado a trabajar en El caballero de la rosa en el mes de mayo de 1909. En el momento en que acabó Elektra, el libretista y el compositor han comenzado a escribirse sobre una comedia. El trabajo empezó en el mes de mayo de ese año: Hofmannsthal envió escena tras escena desde su vivienda cerca de Viena en Rodaun a Richard Strauss, quien se entusiasmó inmediatamente. Entre los datos curiosos es que una parte de esa correo que intercambiaron el poeta y el músico versaba sobre el título de esta “Komödie für Musik” en tres actos. Hofmannsthal halló de esta forma la solución: “Comedia con música, de Hugo von Hofmannsthal, música de Richard Strauss”. En verdad, había desarrollado mucho más que un guion, una comedia especial que por sí misma asimismo podía marchar como una obra teatral. No todo cuanto se le frecuenta atribuir es verdaderamente de Hofmannsthal, pero sí muchas otras cosas suyas que semejan sacadas del cuento. Por poner un ejemplo, la práctica aristocrática de mandar a un caballero, amigo del pretendiente, llevando una rosa a casa de la novia antes que se muestre el novio, jamás existió, su invención hay que a la rica fantasía del poeta. Es verdad que Hofmannsthal idealizó la trama, al lado del refinado conde Harry Kessler, que después dejaría de estar entre los autores, pero los dos conocían el períodico íntimo, de los años 1742-1749, del maestresala imperial austriaco, el príncipe Johann Joseph Khevenhüller- Metsch. En este períodico existen muchos nombres que Hofmannsthal incluyó en el libreto de El caballero de la rosa: Quinquin, Lerchenau, Werdenberg, Faninal, etcétera. Asimismo se relata al moro que está al servicio de la princesa, tal como a ciertos individuos que se muestran a lo largo de la audiencia. Otras fuentes de inspiración fueron Los amores del caballero Faublas de Louvret, de Couvray, y Monsieur de Pourceaugnac, de Molière. Si bien hubo ciertas diferencias entre los 2 a lo largo de la creación de la obra, Richard Strauss y Hugo von Hofmannstahl gozaron bastante dando vida a Der Rosenkavalier, y el compositor tardó en torno a un año en llenar la partitura. Strauss comentó, con determinada ironía, que le daba vergüenza redactar la palabra cortina tras el compás doble del compás final de la obra.
Resumiendo, el carácter de esta ópera es rápido, pensado en la Viena del siglo XVIII, a lo largo de los primeros años del reinado de la emperatriz María Teresa, una sociedad rococó que Mozart retrata de forma afín en sus Bodas de fígaro El El Los individuos primordiales de Octavio y Mariscala corresponden a los de Cherubino y la Condesa en la citada ópera mozartiana, pero mientras que en esta última el cariño de Cherubino por la Condesa no es correspondido, Strauss los muestra como amantes desde el principio de la ópera. Siguiendo las contrariedades de la creación del guion, en el boceto inicial, los personajes principales serían Baron Ochs y Otaviano. No obstante, conforme avanzaba la redacción de la obra, el personaje de Mariscala fue tomando fuerza y afianzándose hasta transformarse en la auténtica personaje principal cerca de la que da un giro toda la historia. En una bifurcación entre el pasado y el presente, Der Rosenkavalier combina tramas farsantes al estilo de las comedias del siglo XVIII, centradas en el barón Ochs, con una profunda reflexión sobre el correr del tiempo, la caída de la madurez encarnada en el personaje de Mariscala. Como apunte comparativo a resaltar, de la misma en la ópera de Mozart, una mujer acepta el papel de un joven, el de Octavio, pero en la obra de Strauss se acentúa la confusión sexual que esto hace. En verdad, en las primeras representaciones tras el estreno de la obra, varios espectadores se sorprendieron de que la obra abriese con una escena de cama entre 2 mujeres. La confusión incrementa en el momento en que el barón persigue a una doncella que de todos modos es un joven disfrazado de mujer. Como vimos, si bien la historia avanza en el siglo XVIII, los temas se centran en la ética del siglo XX. Así mismo, no se censura dado que Mariscala le sea infiel a su marido con una muchacha joven, sino, por contra, se retrata a este personaje con respeto y cariño. Por otra parte, la intención del Barón de casarse con Sophie se expone en todo instante con sarcasmo y también ironía, resaltando los puntos mucho más despreciables y insolentes de esta unión. Al final, en el momento en que Sophie revela la clase de persona que es Baron Ochs, escoge no casarse con él, actitud que difícilmente sería soportada en la temporada donde avanza la obra. Indudablemente, y como venimos señalando, la enorme figura de esta hermosa ópera es Mariscala, una noble dama vienesa que tiene una lúcida percepción del paso del tiempo y va a saber abandonar su joven apasionado Octávio, un personaje travestido interpretado por una mezzosoprano. El aspecto de búfalo está garantizado y protagonizado por el rudo barón Ochs, primo de Mariscala, quien le solicita asistencia para hallar la mano de Sophie von Faninal, hija de un rico noble mercader. La Mariscala manda a Octavio a traer la rosa de plata para la futura mujer, y el cariño brota entre los 2 jóvenes. La fascinación de Ochs por la presunta camarera de Mariscala, de todos modos Octavio disfrazado, lo transporta a caer en una trampa que lo muestra en una posada.