El hebreo era el idioma de los eruditos y las escrituras. Pero el idioma «diario» de Jesús habría sido el arameo, y es este último el que la mayor parte de los eruditos bíblicos aseguran que charlaba.
Jesús era probablemente un judío políglota: acostumbraba a charlar a la multitud en arameo propio de la zona de Galilea; usó el hebreo en lecturas bíblicas y teológicas y discusiones en la sinagoga; sabía algo de heleno; y no es muy probable que hablara en latín entrecortado.
Al charlar a los acólitos y al pueblo, Jesús recurría con frecuencia a un dialecto galileo-arameo, su lengua materna.
Jesús, la oración y su lengua materna
En la vida de Jesús no hubo un día sin frases ni bendiciones. No obstante, rompió, en parte, con la tradición. Jesús continuó recitando el shema, las bendiciones y frases regulares, en hebreo. Pero en sus frases privadas con su Padre, Jesús le charló en su lengua materna; el idioma que se había apoderado de él desde el momento en que se encontraba en los brazos de María: el arameo. De ahí que el Padre Nuestro, en su versión original, fue escrito en arameo y no en hebreo. Tanto el Padrenuestro como aquellas frases que pronunciaba con su Padre tenían el sello particular de la privacidad y la expresión natural de su lengua natal. Pero Jesús no solo usó el arameo para charlar a su Padre, asimismo se aproximó a él con el íntimo y familiar abba, la primera palabra que salió de los labios del bebé en el momento en que se encontraba aprendiendo a charlar: “papá”.
Jesús no se guardó para sí esta experiencia de oración. Enseñó a sus acólitos esta novedosa dimensión en la vida de oración. De esta manera, Jesús sacó la oración del contexto del lenguaje litúrgico y sagrado, para ponerla en el centro de la vida diaria.
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¿Desea Dios ofrecer el don de lenguas a todos o solo a ciertos? La enseñanza de San Pablo a primer aspecto semeja ser equívoca sobre esta cuestión. En 1 Corintios 12, Pablo relata las lenguas y la profecía adjuntado con otros carismas, y asegura que no todos y cada uno de los cristianos reciben exactamente los mismos carismas (12:29-30). Pero en 1 Corintios 14:5 Pablo afirma: «Mi deseo es que todos habléis en lenguas, pero aún mucho más que profeticéis». Entonces, en exactamente el mismo capítulo, charla de la oportunidad de que todos charlen en lenguas (14:23) y todos profeticen (14:31). ¿De qué manera solucionar esta aparente contradicción?
La contestación está en comprender las distintas funcionalidades del don de lenguas. Las lenguas tienen la posibilidad de ser útil como: (1) una señal de la presencia del Espíritu (de ahí la aparición de lenguas en Hechos en el momento en que la gente reciben el Espíritu); (2) un lenguaje válido de oración para nuestro desarrollo espiritual (1 Cor 14:4,18); y (3) un medio profético de dirigirse a la red social en el momento en que va acompañado del carisma de interpretación (1 Cor 14,5.27-28). Pablo señala que el tercer empleo, el de regentar un mensaje a la red social (acompañado de una interpretación) forma parte solo a unos pocos, al paso que el segundo empleo, las lenguas como lenguaje de oración, está disponible para todos. En Pentecostés, por poner un ejemplo, los apóstoles, la Muy santa Virgen y otros muchos (unas 120 personas) “han comenzado a charlar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran” (Hechos 2:4). Pero prosiguieron sirviendo al Señor de distintas formas, con distintos carismas para edificar el cuerpo de Cristo.