Grecia estuvo bajo el dominio del Imperio Otomano desde los siglos XIV y XV y fue el último de los reinos nombrados en caer. A inicios del siglo XIX se instituyó en el país una monarquía constitucional con el acompañamiento de las potencias de europa.
Hace unos días leí un producto en un periódico nacional sobre la inviolabilidad del Rey. El tema es, como entendemos, complejo, pero no fue este tema lo que me llamó la atención, sino más bien una afirmación que el creador dejó caer al pasar. Ha dicho: «más allá de que es verdad que la república es mucho más racional que la monarquía, no obstante, la política no en todos los casos se guía por la razón». La segunda una parte de la oración aclara las probables inquietudes que logre suscitar la sección primera. Resulta evidente que la república es mucho más racional que la monarquía, si bien ese sea el tributo que pagamos por nuestra irracional conducta política.
No entraré en la segunda una parte de la afirmación sobre nuestra irracionalidad en el momento en que actuamos políticamente. Me ocuparé solo de la primera, la manera monárquica de Estado es menos racional que la republicana. Esta iniciativa se establece en nuestra conciencia, en nuestras prácticas y en nuestros hábitos. La institución de la monarquía es anacrónica, mencionamos, antes de proteger al rey. En verdad, ofrecemos por sentado estos pensamientos. Cuántas ocasiones no hemos dicho que nuestro rey es el primer republicano; cuantos otros que el rey es quien mejor encarna los valores republicanos, en resumen, un rey republicano. Así logramos desviar nuestra atención de la monarquía a la república y justificarla por el hecho de que encarna sus principios, no pues sea un rey.
¿Qué es la monarquía absoluta?
Una monarquía absoluta o monarquía absolutista es una manera de gobierno que asigna todo el poder político a manos de un rey. No hay separación de poderes ni contrapesos a la intención del monarca, existan o no otras instituciones políticas aparte del trono (como el parlamento o las cortes). En este sistema, la palabra del monarca es ley, y ninguna fuerza estatal puede contradecirla.
Las monarquías de esta clase fueron recurrentes durante una gran parte de la historia vieja, si bien en formas muy dispares según la civilización. La mayoria de las veces se creyó que el poder del monarca era divino (o sea, que manaba de un Dios o que nuestro rey lo era), con lo que su palabra era sagrada y también incontestable.