Según el libro Artabán: El Cuarto Rey Mago, de Adrián Sosa Nuez, el cuarto rey fue un reconocido alquimista que vivió en la localidad de Asur, en el viejo imperio de Persia, en este momento popular como Van a ir. Ciertas ediciones citan a los otros tres reyes en la localidad de Borsippa en Mesopotamia, de hoy Irak.
El Evangelio de Mateo es el único que relata, con escasos datos, el pasaje de la Epifanía que festejamos hace unos días. No se conoce cuántos hechiceros de Oriente fueron a venerar al Niño. La tradición —con el Papa León I— establecía que había tres Reyes Magos por el hecho de que representaban a Europa (Melchor), Asia (Gaspar) y África (Baltasar), tal como las tres edades del hombre: vejez (Melchor), madurez (Gaspar) y juventud (Baltasar). Metáforas que simbolizan la salvación para todas y cada una de las etnias y edades. Por otra parte, creemos que eran tres por el hecho de que correspondían a los dones (oro, incienso y mirra) que se especifican en las Escrituras. Los nombres de estos astrólogos asimismo no se saben, pero fueron convocados en un escrito no canónico llamado Evangelio de la niñez armenia, que data del siglo V, y asimismo se añadieron a la tradición cristiana.
En la historia del arte fué un reto representar a estos individuos con lo poco que se conoce de ellos. La única descripción es de magos, término heleno que procede de una tribu médica que, según la espiritualidad persa, se dedicaba a estudiar las estrellas y efectuar trabajos sacerdotales. Más tarde, han recibido el estatus de reyes, en el momento en que el escritor y padre de la iglesia Tertuliano apunta el Salmo 72, que afirma: “Los reyes de Tarsis y de la costa van a traer presentes; los reyes de Saba y Seba van a ofrecer presentes. Todos y cada uno de los reyes se postrarán frente él; todas y cada una de las naciones le servirán.” En ciertos contenidos escritos apócrifos se les detalla como el rey de los persas, el rey de las indias y el rey de los árabes.