Recientemente, Sentinel del Norte tuvo considerablemente más cobertura mediática, merced a múltiples accidentes con visitantes. En 2018, un misionero estadounidense procuró arribar en lo que llamó «el último bastión de Satanás» para transformar a su pueblo al cristianismo, matándolo. Su cuerpo no fue recuperado. El gobierno indio decidió en 2005 no entorpecer en la isla una vez que los indios saludaran con flechas y lanzas a un helicóptero enviado para valorar los daños tras el sunami en Indonesia. 2 pescadores indios mucho más fueron asesinados por año siguiente, y también India asimismo estableció una región de exclusión de 5 km en torno a la isla y advirtió sobre el peligro mortal de traspasar ese perímetro.
Entre las décadas de 1970 y 1990 hubo ciertos encuentros pacíficos, como el del antropólogo indio Triloknath Pandit, quien lideró múltiples expediciones a la isla. Pese a los intentos iniciales de una contestación hostil, Pandit y su equipo trajeron obsequios a los centinelas, incluidos cocos y plátanos, y vivieron para contarlo. No obstante, el antropólogo lamentó sus visitas y condenó los sacrificios del «precaución de la paz» que violan el derecho de los indígenas a no ser molestados. De estas vivencias se supo que los centinelas no son caníbales, como se creía, sino sostienen su actitud combativa frente cualquier acercamiento, eminentemente de los pescadores.
Hostil con los visitantes pero no caníbal
Sentinel del Norte tuvo mucho más cobertura mediática en los últimos tiempos gracias a múltiples accidentes con visitantes. En 2018, un misionero estadounidense procuró arribar en lo que llamó “el último bastión de Satanás” para transformar a sus pobladores al cristianismo, lo que lo asesinó. Su cuerpo no fue recuperado. El gobierno indio decidió en 2005 no entorpecer en la isla una vez que los indígenas saludaran con flechas y lanzas a un helicóptero enviado para revisar los daños tras el sunami en Indonesia. 2 pescadores indios mucho más fueron asesinados por año siguiente, y también India estableció una región de exclusión de cinco km en torno a la isla y advirtió del riesgo mortal de atravesar ese perímetro.
Entre las décadas de 1970 y 1990 hubo ciertos encuentros pacíficos, como el del antropólogo indio Triloknath Pandit, quien lideró múltiples expediciones a la isla. Pese a los intentos iniciales con una contestación hostil, Pandit y su equipo trajeron obsequios a los centinelas, incluidos cocos y plátanos, y vivieron para contarlo. No obstante, el antropólogo lamentó sus visitas y condenó los sacrificios de «cuidado de la paz» que violan el derecho de los indígenas a no ser molestados. De estas vivencias se aprendió que los centinelas no son caníbales, como se creía, sino sostienen su actitud combativa frente cualquier acercamiento, en especial los pescadores.
Nuestra corresponsal caníbal y presidenta de los 50 mejores de América latina, Raquel Rosemberg, hace una radiografía de la ciudad más importante colombiana por medio de su gastronomía: mercados, modelos, sitios de comidas, artesanos y la celebración Alimentarte
Está cerca ahora su vez lejos. Situada en una sabana, al pie de la Cordillera de los Andes, Bogotá es la puerta de entrada a Colombia, un país particular en América Latina. Poseedor de un pasado inmerso en los pueblos originarios mucho más la huella hispánica posterior y los últimos años bien difíciles, no obstante, el tiempo que se respira tiene ritmo. Comentan que los colombianos son una de la gente con entre los escenarios mucho más altos de felicidad y eso, en este planeta, no es poca cosa. Llegué de nuevo por convidación de la Fundación Corazón Verde, que organiza de año en año Alimentarte, un acontecimiento de celebración gastronómica, que incluye un foro de discusión y una semana de mesa con chefs locales y enormes nombres del exterior, como los españoles Andoni Luis Aduriz (Mugaritz), Ricard Camarena, Diego Guerrero, Jesús Sánchez y Koldo Miranda, radicado en Bogotá, que abre lugar de comidas (este año, en Alimentarte, España fue el país invitado). Asimismo estuvieron presentes ciertos argentinos, como Germán Martitegui, Juan Gaffuri y Takehiro Ohno (¡por adopción!), el mexicano Edgar Núñez… y muchas otras figuras de los fuegos. Movimiento que tiene un fin: recaudar fondos para familias de policías en Colombia. Me convocó Cristina Botero, una de esas mujeres jóvenes y bellas que podría dedicar su historia a mirarse el ombligo y que, no obstante, trabaja duro, a fin de que su trabajo, destinado a el resto, alcance los objetivos propuestos.