El hombre es falible, sujeto a cometer fallos. Entender y admitir nuestra falibilidad como una situación es el paso inicial para crear una cultura de salud mucho más segura. La mayor parte de la multitud sabe de qué manera advertir un fallo en el momento en que se comete u mira.
La ciencia pasa por un desarrollo iterativo y acumulativo, que todo el tiempo suprime aquellas de sus declaraciones que no son verificadas o validadas por la red social científica.
Distintas maneras de estudiar formas de proceder y fallos.
Para comprender lo que pasa, es bien interesante comprender de qué manera aprendemos y también interiorizamos algunos hábitos, o sea, de qué forma aprendemos a hacerlos primeramente. Esencialmente usamos tres sistemas de estudio conductual:
- El primero marcha a través del ejemplo y la imitación, llamémoslo Modelado. Al ver el accionar del resto, aprendemos qué sucedería si fuésemos nosotros. Ver los hábitos de nuestros progenitores, las acciones de nuestros amigos, las relaciones entre la gente, ver la televisión, caminar por la calle…; Afortunadamente o lamentablemente, nuestro entendimiento tiene una aptitud sin límites de estudio y complementa sus esquemas con todo cuanto trata.
- El segundo es dependiente de las secuelas que se generen en nuestras formas de proceder, llamémoslo condicionamiento operante. Mediante las secuelas repentinas de nuestras actitudes, o de las reacciones que el resto tienen frente nuestras actitudes, aprendemos a efectuarlas con mayor o menor continuidad. Como anécdota, la persona efectúa un acto preciso y que se repita o no va a depender de las secuelas que conlleve. De esta manera, por poner un ejemplo, si un joven halla la aprobación de sus compañeros en su primer cigarro, probablemente hallará en él una fuente de socialización, lo que es una consecuencia interesante para él. Mucho más adelante vamos a hablar de las secuelas en aspecto.
- Y finalmente, el condicionamiento tradicional. Una cierta situación, objeto, persona… que vamos a llamar estímulo, nos hace ciertas secuelas: puede ser temor, inocencia, apetito, tristeza. En un instante particular, este estímulo del que charlamos hace aparición adjuntado con otro, que no causó ninguna contestación y, desde ese instante, en el momento en que hace aparición este segundo, genera la contestación del primero. Un caso de muestra sencillísimo: el día de los enamorados, Lúcia y Javi tienen una comida magnífica, con comida exquisita regada con un óptimo vino, en un ámbito cautivador…, los 2 se sienten bien. En determinado instante entra un violinista y toca una canción ignota para ellos hasta ese instante, el instante es mágico. Tras unos días, Javi está planchando ropa con la radio encendida, algo que no le genera bastante exitación, pero de pronto suena la música del violinista y una satisfactorio y cálida sensación recorre su cuerpo. ¿Qué pasó? Javi condicionó una canción, un estímulo sin enormes implicaciones, a otro estímulo con enormes implicaciones, la extraordinaria y cálida cena.
En el momento en que la multitud charla de amor, en la mayoría de los casos hace referencia al tipo profundo de estados sentimentales involuntarios en los que «caes» y que reciben ese nombre.
Es un modelo de amor que ves en las películas de Disney, escuchas en canciones pop y lees en novelas idiotas. Es del tipo que te ofrece «mariposas en el estómago» las 24 h del día, los 7 días de la semana, provoca que tu corazón lata mucho más veloz y llena todos tus pensamientos.