2 pero vuestras injusticias hicieron división entre nosotros y tu Dios, y nuestros errores hicieron esconder de nosotros su rostro a fin de que no les realice daño. 3 Por el hecho de que vuestras manos están manchadas de sangre, y nuestros dedos de iniquidad; tus labios charlan patraña, y tu lengua charla mal.
“El inconveniente es que nuestros errores les han separado de Dios. Por el pecado ocultó de nosotros su rostro y por el momento no les escuchará”. Isaías 59:2 (NBV)
Hoy día, muchas etnias no piensan que el pecado sea feo. En verdad, ¡muchas personas considera que el pecado es entretenido!
LOS EFECTOS DEL PECADO (ISA.
«pero vuestras injusticias hicieron división entre nosotros y tu Dios, y nuestros errores hicieron esconder de nosotros su rostro para no oír» ( Isaías 59:2)
En el momento en que se le pregunta «¿Por qué razón no habéis oído y comprendido?» (Isaías 58:3), Dios responde: «La mano del Señor no se ha acortado para socorrer, ni su oído dejó de percibir». (Isaías 59:1). Entonces (v. 2), aclara que el inconveniente no es de Dios, sino más bien del hombre. El pecado crea una separación entre Dios y el hombre. El hombre escapa de Dios, entregándose poco a poco más. al pecado (Génesis 3:8).Mientras que permanezcamos arraigados en nuestros errores y no deseamos proceder a Dios (esto es, oír la voz implorante del Espíritu Santurrón), proseguirá estando una barrera infranqueable entre Dios y nosotros.
Mantén una lista corta con el Señor
No tenemos ganas que nuestros errores se amontonen entre nosotros Y usted. En consecuencia, debemos tener la práctica de sostener una lista corta con el Señor, confesando nuestros errores tan rápido como nos persuadan de ellos. Afirmemos que hablamos con un integrante de la familia y perdemos los estribos y salimos de la habitación. Entonces, mientras que nos encontramos en nuestra habitación, el Señor nos persuade y nos ofrecemos cuenta de que estuvo mal perder los estribos. En el instante tenemos la posibilidad de confesar este pecado al Señor y decir: “Por favor, perdóname. Lávame con Tu hermosa sangre en este preciso momento”. En el momento en que confesamos, Dios nos disculpa instantaneamente y cualquier ofensa contra el Señor es borrada. No obstante, en semejantes casos, es requisito que cuidemos de la persona que hemos insultado. , aparte de haber confesado nuestro pecado al Señor, asimismo debemos excusarnos con nuestro familiar. Confesar nuestros errores todos los días, e inclusive múltiples ocasiones cada día según sea preciso, es como lavarnos las manos. En todo el día nuestras manos se manchan, pero no dejamos que se acumule la mugre, nos lavamos las manos en el momento en que están descuidadas, el hábito mucho más saludable que debemos tener al confesar nuestros errores es no permitir que se amontonen, sino más bien confesarlos a fin de que tengamos la posibilidad ser purificados, esto nos sostiene en una aceptable relación con el Señor
Aparte de confesar nuestros errores todos los días y llevar una lista corta con el Señor, asimismo tenemos la posibilidad de pasar mucho más tiempo con Él y estar en Su luz. Una vez por semana o una vez por mes, tenemos la posibilidad de gastar otros treinta minutos o una hora con el Señor a fin de que Él reluzca mucho más intensamente sobre nosotros. También, nosotros asimismo vamos a tener mucho más tiempo para contestar a Su iluminación y confesarnos intensamente. Tenemos la posibilidad de empezar estos momentos rezando los versículos de la Biblia o cantando un himno al Señor. Entonces tenemos la posibilidad de solicitarle al Señor que nos ilumine. Mientras que hace esto, sencillamente confesamos cualquier cosa con la que nos ilumine. Al pasar mucho más tiempo con el Señor, nuestra experiencia de confesión y limpieza no solo restaura nuestra comunión con el Señor, sino la hace más fuerte.
5 Tremendos hombres de Dios En la Biblia para inspirar a los pequeños
Job era un hombre riquísimo y poderoso que vivía en la tierra de Uz, el hombre mucho más grande entre todos y cada uno de los pueblos de Oriente. La Biblia lo detalla como justo y recto, miedoso de Dios y apartado del mal. En el libro de Job, Satanás le preguntó a Dios si podía tentarlo, para poder ver si Job negaría a Dios si Satanás ocasionaba bastante mal y padecimiento en su historia. Primero, Satanás destrozó toda la riqueza de Job y mató a sus hijos. Lo perdió todo menos a su mujer y su salud. Job se lamentó, pero prosiguió alabando a Dios pese a todo. Entonces Satanás lo afligió con dolorosas llagas por todo el cuerpo. Su mujer le mencionó que «maldijera a Dios y muriera», pero él se negó, diciendo que hemos de estar prestos a admitir los diseños de Dios, tal como los buenos. Los tres mejores amigos de Job le afirmaron que debió haber hecho algo malísimo para merecer tanto padecimiento. Pero Job respondió apropiadamente que nuestros sufrimientos no son un castigo de Dios. Job aceptó que el Señor da y el Señor quita y continuó bendiciendo a Dios sin importar un mínimo lo que le sucediese.
Versículo bíblico para recordar: