Para Maquiavelo, el hecho de estimar el mal como un factor preciso de la verdad humana le transporta a reconocerlo y ponerlo como piedra de toque de su pesimismo antropológico.
Meditar en Maquiavelo es meditar en la Ciencia Política, el “padre de la Ciencia Política”. Es bien interesante meditar en el motivo de semejante caracterización, si bien quizás esto implique un análisis considerablemente más detallado, preciso, concreto y exacto que el que tenemos la posibilidad de efectuar en unas escasas líneas que significan la realización de esta instancia valorativa. Me semeja atrayente meditar en esta situación del imaginario colectivo, si bien, insisto, sería inoportuno asignar semejantes elementos en el momento en que, como punto primordial de este artículo, es la concepción del poder, su conservación y el elemento clave de articulación del castillo, del pensamiento florentino.
En este sentido, la pura teorización sobre los elementos del poder, la virtuosa conservación en sí de semejantes elementos, repiquetea como iniciativa indispensable y nos conduce, en último término, al elemento clave de su ideario. Lo esencial no es el deber de ser, lo esencial es el ser; Lo único primordial es de qué manera se genera un preciso acontecimiento de carácter político y cuál es la mejor forma de desarrollarlo y aprovecharlo. Por el momento no hay caracterizaciones sobre lo que deseamos, sino más bien sobre de qué forma gestionamos el poder: “la teoría astuta ‘pragmática’ no hace mucho más que expresar su atención a la maleabilidad de la ‘naturaleza’ humana” (Borón, 1999, p. 186).