El príncipe azul tiende a ser un joven bien formado. Con frecuencia emplea una faja o cinta cerca de su traje principesco y, con frecuencia, un bigote pequeño y refulgente. En muchas actuaciones, charla con acento francés o británico.
Desde el momento en que éramos pequeñas, las películas y los cuentos de hadas nos llenan la cabeza con ideas bastante “fabulosas” sobre el hombre especial. Un estereotípico príncipe azul que viene a rescatarnos montado en un corcel blanco, y que además de esto es increíblemente atrayente, es la imagen repetida de toda historia que acaba con un final feliz.
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BLUE PRINCE.
Hablamos de la búsqueda del hombre especial, poseedor de virtudes que lo hacen prácticamente sobrehumano. Responde a los cánones del papel masculino en el cine romántico: intrépido, guapo, presto a salvar a la indefensa princesa de los mucho más cruentos riesgos. En la vida real, los príncipes cautivadores no hay, ni son precisos, por el hecho de que no hay princesas, solo mujeres independientes que saben valerse por sí mismas.
La fantasía es solo para juegos
Si bien muchas hemos jugado como pequeñas vestidas de princesas en un reino ideal, la vida es otra cosa. El progreso de la mujer en todos y cada uno de los campos generó un cambio esencial en nuestra visión. Somos independientes y procuramos un hombre que nos acompañe, no un salvador.
Deseamos a alguien que nos lleve a cabo contentos, con quien hacer nuestros proyectos y que nos valore como mujer, no tenemos ganas un príncipe azul que nos pinte un planeta que jamás vamos a poder tener.