sin ningún género de visión.
Jacob Bolotin nació en el mes de enero de 1888 en Chicago, hijo de inmigrantes judíos. Padecía de ceguera hereditaria que asimismo sufría una de sus hermanas (puede ser la patología de Leber). No obstante, Jacob decidió sobrepasar su discapacidad y llevar una vida habitual. Asistió al Instituto para Ciegos de Illinois, donde se resaltó por su excepcional sensibilidad. Podía leer Braille mediante la lona y admitir a la gente por su fragancia.
Tras finalizar sus estudios, empezó a ganarse la vida vendiendo máquinas de redactar. Se transformó en de los mejores comerciantes del país en el momento en que aún no tenía 18 años. No obstante, su obsesión era estudiar medicina y se dedicó a ello con ahínco. Merced a su talento, diseñó modelos anatómicos en 3D para lograr admitir construcciones anatómicos al tacto. Su vehemencia inspiró a varios de sus compañeros que formaron parte de sus sacrificios de superación personal. Gracias a que sus ojos tenían un aspecto habitual, bastante gente ignoraban su ceguera.
El retrato violeta
Los 4 están sentados a la mesa. Mesa cuadrado con despacio mantel blanco. 4 vasos, 4 platos, 4 juegos de cubiertos. Maite corta la carne sin siquiera procurar charlar y bastante menos ver a absolutamente nadie. Franco acaricia su rodilla. Franco le acaricia la mejilla. Están muy enamorados Celia charla orgullosa de sus estudiantes, 2 estudiantes particularmente. Cuenta, con su característico aire travieso, de qué manera estos 2 estudiantes, los mucho más refulgentes de la clase, le mandaban cartas de amor. Además de esto, afirma, los 2 hicieron exactamente la misma estupidez, aguardar hasta el último equipo y con él llegó la confesión, el bombazo. Y se ríe. No sé cuál me agradó mucho más, los 2 son divinos. Gustavo tose, para hacerle comprender a su madre que está incómodo, a fin de que ella comprenda que él siempre y en todo momento se siente incómodo en el momento en que charla abiertamente de su historia cariñosa. No se atrevería a llamarla sexual, por el cariño de Dios, es mi madre, piensa. Pobre Gustavo, a su sicólogo no le extraña que sea un prostituto. Sencillamente detesta el término de caparazón. Franco se está divirtiendo con toda la situación, intentando de integrar a Maite que come viendo el plato y el movimiento incesante del tenedor y el cuchillo realizando lo que mejor sabe realizar, o lo que se hizo. Gustavo sospecha de las pretenciones de Maite, Célia asimismo. Los dos están enfadados por la indiferencia de la chavala. Lo que de todos modos no es mucho más que timidez, pero exhibe una falta de intención. Mírala, piensa Gustavo, es igual a mamá, la manera de masticar, los pechos que sobresalen raramente, el pelo, Franco se ha enamorado de mamá. Hasta tiene exactamente la misma jodida remera que su madre, podrían ser familia. Gustavo es actor, le agrada el drama, acostumbra fantasear con ocasiones extremas que rara vez se corresponden con la verdad. Mírala, piensa Celia, mastica como una cerda, esa blusa no deja rincón a la imaginación, lo exhibe todo, pobrecita. ¿Qué está pensando Franco? Sé que las ratas burguesas me están juzgando con su artillería pesada, ni por ti flaquearé, piensa Maite masticando. La mira a ciegas, sin ver, bajo el velo de ese amor que ni él mismo supo argumentar. Ve todo cuanto siempre y en todo momento deseó en Maite y está verdaderamente convencido de que no la idealiza. Lo charló con su sicóloga en múltiples oportunidades y se halló diciendo, constantemente, amo a esta como es. Los dos están en cama. Ella duerme de espaldas a él. Maite respira y duerme junto a mí, en mi cama. Maite despilfarra calidez y su vientre sube y baja en el momento en que respira. Matt existe. Maite es dulce, tiene cara de muñeca y la imaginación de una pequeña. Maite me hace reír como un maniaco en el momento en que sonríe. Maite me mira fijamente, ojos entornados, boca entreabierta y respiración agitada lista para devorarme. Maite gime. Maite me lúcida por la mañana con jugo de naranja. Amo a Maite (y prueba de esto es esa última oración, la única que me coloco antes que Maite). Voy a traer mucho más vino, afirma Franco, y sale de la habitación. Hasta entonces, Gustavo y Célia charlan. Maite se levanta y se disculpa para ir al baño. Vuelven juntos, Maite y Franco, los dos despeinados, Franco con fabricantes de colorete en el cuello de su camisa blanca. Maite acaba su bebida. Franco revela la botella en su mano y regresa a ocupar la de todos. Cuéntanos pequeña, ¿qué haces con tu vida? Gustavo afirma con exactamente el mismo tono que utiliza Célia para realizar esta clase de cuestiones. Se me olvidaba decir que se terminan de saber, Franco y Maite son novios ya hace un par de años y es la primera oportunidad que la transporta a casa de Célia, mamá. Gustavo vino singularmente para la ocasión. Maite levanta la visión, toma unos sorbos de vino y afirma que hace teatro de calle. Como las situaciones son mudas y el mudo es el lenguaje universal, las llevamos a todas y cada una de las plazas de todo el mundo*, bah, la mayor parte. En el momento en que las hagamos en la Capital andas mucho más que invitado. Regresa a ver su plato y su cuchillo y tenedor. Gustavo de súbito le agrada. Es improvisado, piensa. O no, otro cambio repentino, esta hechicera da humedece al perro pues desea hurtarme mi papel en la familia. Franco no representa rivalidad, como es natural. Mamá se da mañana, pero no viene a mis talones. A absolutamente nadie le importa el gato y en este momento aquí andas, tetona sosa. Su expresión cambia, todos lo ven enojado, absolutamente nadie lo toma bastante seriamente. Uy Gustavito, cambia esa cara. Mírate pequeña, que atrayente, te felicito. Celia puede sobrepasar cualquier bache. es una reina Franco le agradece en silencio. En el momento en que era niño, Celia le mencionó que los dos tenían telepatía, con lo que podían estar comunicado sin charlar. Toda vez que salimos, piensas bastante en lo que me deseas decir y te voy a percibir. Jamás iba a marchar, y no funcionaba, eso lo sabía, pero bromeaba con él por si las moscas, a conocer qué pasaba. Y en este momento, en sus treinta, se halló agradeciéndole en silencio. Se rió, Celia asimismo. La atención se desvió nuevamente, debía accionar. Escuchen todos, miren lo que me trajo mi amigo que ayer volvió del Triángulo de las Bermudas, se vanagloria Gustavo, los platos brincan en el momento en que deja la maleta negra. Incómodo, piensa Celia y gruñe. Lo abre y envuelto en un pañuelo tiene una piedra morada enorme. Probemos, afirma Celia con entusiasmo. Gustavo se siente reconocido, ovacionado. Franco llena el vaso para los 4. Gustavo parte 4 trozos de rocota y los reparte entre todos. Maite lo abraza y lo mira. ¿Que es eso? Preguntar. Gustavo se ríe burlonamente, velozmente explota para contestar y afirma, has viajado por todo el planeta, pero ¿no tienes idea qué es eso? No me afirmes. Maite por el momento no puede aguantar a ninguno de estos seres. Aun Franco, a quien en este momento ve distante y borroso. Va a haber que probarlo, mandarlo al vaso. Él lo realiza y todos los otros hacen lo mismo. Efervescencia. Gruesas burbujas violetas vino violeta roca violeta. El vaso se desborda, los óvalos lilas decoran el mantel blanco. Celia toma el primer sorbo, escúpelo, ¡mierda! Maite sonríe en el momento en que la ve quejarse. franco asimismo. Mamá, pienso que o sea bastante fuerte para ti. Cállate Gustavo, ¿sabes cuántos años tengo? Protege de los tuyos. Franco continúa en silencio. A Maite no le agrada en este momento. Hace múltiples instantes. No me agrada. Deja el vaso sin respirar y deja huír un eructo que repiquetea en toda la habitación. Celia ríe y eructa con ella. ¡Esa muchacha tiene estómago! Rápidamente presa de un estornudo, Maite estornuda, se tapa la nariz con una servilleta y ve que sus mocos no son verdes, son morados. ¿Qué es este franco? Franco al final participa y charla: Piedra de Marte. ¿Como piedra de Marte? ¿De qué andas comentando? Cuando charla estupideces, piensa. Se transporta la mano a la boca, su saliva asimismo es morada, la de todos. ¡Marte es colorado Frank, este es morado! Estos son solo los resultados consecutivos, todo regresa a su estado original en unas escasas horas. El moco es de nuevo verde, la saliva es transparente y la cera es naranja. Maite amenaza con taparse la oreja con el dedo meñique, pero escoge que es preferible no llevarlo a cabo, que es bastante. Y además de esto, Franco prosigue con su explicación atravesado por su tono pedante y muy pausado, de todos modos Marte es violeta. Pero desde este ángulo no nos ofrecemos cuenta, hay que tomar en consideración por dónde sale el sol y no sé qué mucho más. Solo observamos colorado. Pero créeme, conozco gente que estuvo allí y me ha enseñado fotografías, es morado como una roca de Marte. La comparación no asistió bastante, y bastante menos como punto de referencia. Maite no presta atención a su improbable justificación, se distrae con el mantel, en este momento puramente morado, le llama la atención, hipnótico morado. Las ampollas tienen que haberlo manchado completamente, piensa. Celia pausa su tren violeta de pensamientos al empezar a devolver. Encima de la mesa, sobre el mantel, sobre los platos, sobre Franco, sobre Gustavo, y ninguno de ellos semeja estremecerse, tal y como si la escena que estoy observando no los salpicara. Maite se levanta del plato, los cubiertos y la mesa. ¿Son los dos ciegos? ¡Debemos asistirla, es su madre Franco! ¿De qué charlas pequeña? ¿Que yo tengo? Celia pregunta, limpiándose el vómito de la boca. ¿Qué sucede mi amor? Franco tiene un trozo de comida morado colgando de su párpado. Maite se lo quita con la mano, pero queda limpio. Franco, tu madre vomitó ayer en el desayuno. Dime que no me imaginé. No te imaginabas, mi amor, responde Franco. Él y Gustavo se ríen. ¿Deseas que te afirme que no te lo imaginaste o la realidad? No puede ser, lo acabo de ver. tú eres el ciego ¿Podría ser, verdad? Franco responde poniendo su dedo en el orificio donde habrían de estar sus ojos. ¡Veo todo morado! ¿Adónde se llevaron mis ojos? chilla franco. Maitê se levanta, empuja la puerta, dobla la esquina, baja por la Avenida Violeta, corre las quince cuadras hasta su casa, corre, corre, prosiguen las huellas de Violeta. Franco, Célia y Gustavo bailan en torno a la mesa vomitada, tomando vino, Franco sin ver nada, acompañando la risa de su hermano y de su madre. Corre y corre y se lúcida en cama, con un horrible cefalea, una botella de vino tirada en el suelo y los labios morados.
Aldana Capellano nació en 1995. “El retrato violeta” es del libro La piedrita en el zapato de Medusa, editado por Tammy Meztler.
Qué locura sería si un ciego mirara a Medusa, ¡se salvaría del castigo! Y el retrato violeta, ¿será una obra maestra o solo una mancha de pintura?
¿Qué pasaría si Medusa viera a un ciego? ¡Sería un juego de miradas épico! #MitosReinventados
¡Wow, qué locura! ¿Realmente crees que un ciego podría mirar a Medusa? Me intriga.
¡Vaya locura de artículo! ¿Alguien más piensa que Medusa debería abrir una consulta oftalmológica? #CiegosConGanasDeVer
¿En serio? Creo que Medusa tiene mejores habilidades que abrir una simple consulta oftalmológica. Pero cada quien con su opinión. #MedusaTieneTalentosMásGrandes
«¿Qué tal si Medusa también era ciega y no sabía a quién convertía en piedra? 🤔»