Los científicos estiman que del 20 al 60 por ciento del temperamento está preciso por la genética. No obstante, el temperamento no posee un patrón claro de herencia y no hay genes concretos que determinen aspectos de carácter concretos.
En su obra “Psicología de las masas y análisis del yo”, Freud, entre muchas otras cosas, conceptualizará la iniciativa de identificación. Muy resumidamente afirmará que, a lo largo del complejo de Edipo, el niño debe separarse de sus primeros elementos de amor por demandas del avance psíquico, y entonces se genera una identificación donde el niño queda en posesión de determinado aspecto de ese ser amado. persona y eso genera una transformación en su subjetividad. Este mecanismo de identificación es quien se encarga de que nos parezcamos a nuestros progenitores en determinados aspectos de carácter: se deja el vínculo erótico primitivo y proseguimos amándolos identificando aspectos con los que tenemos la posibilidad de estar completamente en conflicto. En verdad, no es en lo más mínimo incompatible tener una mala relación con los progenitores y parecerse a ellos, aun en ese aspecto del padre o de la madre, que es exactamente lo que mucho más se detesta en ellos. La multitud con frecuencia acepta que tal aspecto se heredó genéticamente, lo que no posee base científica. La contestación la da el mecanismo de identificación, que es el saldo sobrante del desarrollo de separación de los elementos principales del amor. Estas identificaciones son inconscientes y frecuentemente se contrarían entre sí, o sea, forman una mixtura que es lo que tenemos la posibilidad de llamar nuestra personalidad, nuestro “yo”.
La noción de identidad, de ser idéntico a uno mismo, debe ver con la iniciativa de un yo unificado, piedra angular de muchas corrientes de la psicología. En psicoanálisis, no obstante, charlamos mucho más de identificaciones que de identidades, y podemos encontrar que esta iniciativa de un yo unificado es ilusoria, en tanto que el yo sería mucho más como un “conjunto” de identificaciones que frecuentemente nos llevan en distintas direcciones.
¿De qué manera se emiten los letras y números a la descendencia?
Que los descendientes se simulen a sus progenitores es un hecho común a los humanos, animales y plantas.
Pero, ¿cuándo comenzó la ciencia a estudiar la transmisión de letras y números?
Tono de piel
Cada humano tiene precisamente 25.000 genes encargados de trasmitir su herencia genética. Ellos son los que tienen la posibilidad de lograr que un niño tenga exactamente el mismo tono de piel que su madre o su padre. Más allá de que la piel obscura siempre y en todo momento tiene mucho más peso que la piel clara, hay una mayor posibilidad de que el niño tenga el tono de piel mucho más obscuro de sus progenitores.
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Pelo
La personalidad se hereda, pero el aspecto ambiental influye mucho más
Entendemos que la genética es esencial. Cada día aprendemos mucho más sobre esta región, sobre nuestro genoma y sus secretos. No obstante, tratándose de comprender de qué manera se edifica la personalidad humana, las cambiantes ambientales son mucho más esenciales que las genéticas. Los genes no nos determinan al cien%, pero sí el ambiente en el que medramos.
¿Qué es lo que significa eso entonces? Quiere decir que todo cuanto nos pasa nos hace únicos. Supone que el sitio donde vivimos, lo que nos pasa y de qué manera interpretamos lo que nos pasa, esculpe un año tras otro nuestra personalidad. También, desde un trabajo de investigación hecho en la Facultad de Zagreb, asimismo indican algo considerable.