El Síndrome de Hamlet se disminuye a una reflexión excesiva y una acción deficiente, con lo que en ocasiones se desperdician y se pierden enormes oportunidades y proyectos: en los teatros de la vida, la política y las organizaciones.
Hamnet fue el único hijo de Agnes Hathaway y William Shakespeare. Murió en 1596 con solamente once años, de alguna patología ignota. Según la tradición mucho más admitida, Shakespeare escribió a lo largo de los próximos 4 años los manuscritos que, más tarde publicados en cuarto, constituyen la obra que el día de hoy conocemos como Hamlet. La novela Hamnet de Maggie O’Farrell fue redactada para salvar la historia del hijo poco popular de Shakespeare. James Joyce fue quizás el primero en ver la presencia histórica de Hamnet. Tras él, la figura histórica de Hamnet fue usada por autores como Harold Bloom, como complemento preciso en un esquema explicativo del sentimiento y modo de producción del libreto de Hamlet. Hay pruebas, por poner un ejemplo, de que en las primeras representaciones teatrales de la obra a inicios del siglo XVII, nuestro Shakespeare interpretó el papel del espectro de su padre. No obstante, este intento de explicación se encara a la contrariedad de argumentar una obra sobre la pérdida de un padre por el sentimiento de pérdida de un hijo, que raya en la extravagancia, por decir lo menos. Además de esto, hay pruebas de que Shakespeare había estado haciendo un trabajo, cuando menos desde 1589, siete años antes de la desaparición de Hamnet, con material mucho más ramplón de Hamlet, quizás escrito por Thomas Kyd, que en este momento se ha perdido. Tras todo, es muy posible que la obra de Hamlet no requiera una figura histórica tan precisa para ser explicada si no fuese por su forma desconcertante, especialmente elusiva a todos y cada uno de los intentos de explicación. Considero que al situar la desaparición de Hamnet como fuente de inspiración dolorosa para la creación de Hamlet, se incurre en una errónea apreciación de la producción de esta obra y, por consiguiente, del papel que en ella juega el mal de la pérdida. Con esto no deseo decir que la desaparición de Hamnet no afectó la producción poética de Shakespeare, sino, a mi juicio, este acontecimiento debió perjudicar de manera negativa al creador, mucho más que ser útil como fuente de inspiración. En determinado sentido, Hamnet, la novela mucho más reciente de Maggie O’Farrell, en un intento por profundidzar, por medio de la ficción, en las fuentes históricas de la pérdida que dio forma a la obra de Shakespeare, capta de forma ejemplar el lamentable hecho, pero destacando un retorno a la imaginación. , se cae en la indolencia mucho más que en lo que está en juego en la catástrofe en cuestión.
“Pienso que al situar la desaparición de Hamnet como fuente de inspiración dolorosa para la creación de Hamlet, se incurre en una opinión errónea de la producción de esta obra y, por consiguiente, del papel que juega el mal en la de pérdida”.