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Quién es el rey de los fantasmas

El Rey de los Fallecidos era el rey de los Hombres que vivían en las Montañas Blancas y que juraron lealtad a Isildur. Pero en el momento en que llegó el instante de combatir en la Guerra de la Última Coalición, rompieron su juramento y también Isildur los maldijo a fin de que vagaran sin reposo hasta el momento en que cumpliesen su juramento.

Pero hay alguien que merece mi agradecimiento por este libro; en verdad, hay cinco que lo meritan. Este llamado al que he contestado, este propósito en mi vida, en ocasiones me arrastra hacia abajo. Es mi deber dejarla ir, proseguirla. En ocasiones me transporta a sitios a los que no deseo ir. En ocasiones duele. En el momento en que, en un instante horrible de mi vida, terminé Mortalis, el cuarto libro de mi serie Demon Wars, declaré que aguardaba no tener que regresar a redactar un libro como ese, si bien creí que era el más destacable que había tenido. escrito; jamás tener que regresar a ese sitio alucinante. En el momento en que empecé El Rey Espectro, sabía que debía regresar a llevarlo a cabo. Estos individuos, estos amigos veinteañeros, me lo demandaron. Conque debí pasar los últimos meses observando tres vídeos, canciones de mi pasado, de la banda y del artista que me ha acompañado la mayoría de mi vida. Certa vez, Stevie Nicks se perguntou em uma música: «Eles já escreveram algo para você? Y también em sua hora mais escura, você me ouve cantar? Ah, Sra. Nicks, você tem escrito canções para mim desde meus anos de colégio nos anos 70, embora não saiba disso. Você esteve comigo naqueles días de solidão y también confusão, naquele instante em que eu estava despertando para a vida. Eu assisti o sol nascer sobre o Fitchburg State College, sentado no meu carro y también aguardando minha sala começar, ao som de The Chain. Você foi meu companheiro a lo largo de aquela nevasca em 1978, quando descobri as proyectos de Tolkien y también de pronto vislumbrei uma forma completamente nova de me expressar. Você estava lá quando conheci a mulher que seria minha mujer, na manhã seguinte ao nosso casamento y también no nascimento de nossos três filhos. Você foi conosco a jogos de hóquei y también espectáculos de cavalos. Seu concerto no Great Woods contou com a presença de minha família, incluindo meu irmão perto do fim de sua vida. Y también você estava lá, comigo , mientras que yo escribió este libro. Hermanas de la luna, ¿ahora escribieron algo? y Rhiannon fueron las tres canciones que me asistieron a sobrepasar las horas mucho más oscuras y en este momento me dejan regresar a ese rincón por el hecho de que mis amigos de 2 décadas, los compañeros de banda de Icewind Dale, me lo solicitaron. Conque gracias Stevie Nicks y Fleetwood Mac por redactar la canción de mi vida. R. A. SALVATORE El dragón dejó huír un profundo rugido y flexionó sus garras en una posición protectora. Había perdido la visión por la embestida del feroz resplandor de un aparato destruido, pero sus otros sentidos compensaron con creces la pérdida. Alguien se encontraba en la cámara, Hefesto lo sabía sin dudas, pero la bestia no podía olerlo ni oírlo. «Bueno…», ha dicho el dragón con su voz retumbante, prácticamente un susurro para la criatura, si bien reverberó y retumbó en las paredes de piedra de la gruta de la montaña. ¿Has venido a encararme o a ocultarte de mí? “Estoy justo aquí ante ti, dragón. La contestación vino de forma directa a la cabeza del adulto mayor. Hefesto inclinó su enorme cabeza con cuernos dada esta intrusión telepática y gruñó. -¿No recuerdas de mí? Me destruiste al eliminar la Piedra de Cristal. «¡Tus interrogantes enigmáticos no me llaman la atención, drow!» «Del drow, nada.» «¡Ilícito!» el dragón rugió y sopló su candente y mortal aliento hacia el sitio donde una vez había destruido al desollador mental y a su compañero drow, adjuntado con el Crystal Shard. Conforme las llamas se propagaban, derretían la piedra y calentaban toda la cámara. Instantes después, en el momento en que el fuego aún no se había detenido, Hephaestus volvió a percibir la voz en su cabeza. -Gracias. La confusión dejó al dragón sin aliento solo momentáneamente, antes que un profundo escalofrío comenzara a alcanzar por el aire y filtrarse mediante sus escamas rojas. A Hefesto no le agradaba el frío. Era una criatura de llamas, calor y furia feroz, y la escarcha de las alturas castigaba sus alas en el momento en que se aventuraba a volar desde su guarida en la montaña en los meses de invierno. Pero ese frío era peor, pues iba alén del frío físico. Era el vacío absoluto de todos y cada uno de los vacíos, la total sepa de calor escencial, los últimos vestigios de Crenshinibon expulsando la fuerza nigromántica que forjó esa vigorosa reliquia hace milenios. Dedos helados alcanzaron las escamas del dragón, ingresando su carne, drenando la fuerza escencial de la enorme bestia. Hephaestus trató de soportar, gruñendo y resoplando, los músculos se tensaron tal y como si tratase de protegerse del frío. Una respiración profunda encendió el fuego interior del dragón, no para liberarlo, sino más bien para batallar el frío. El choque de una sola balanza contra el suelo de piedra retumbó en los oídos de la bestia. Sacudió su colosal cabeza tal y como si viese la catástrofe, si bien por supuesto no podía verla. No obstante, Hefesto podía sentir… la podredumbre. Podía sentir la desaparición filtrándose en él, extendiéndose, llegando a su corazón y abrumándolo. La inhalación acabó en un resoplido que liberó una corriente de fuego frío. Trató de inhalar nuevamente, pero sus pulmones no respondieron a su llamada. El dragón comenzó a estirar el cuello hacia enfrente, pero el movimiento se detuvo a mitad de sendero y la enorme cabeza con cuernos rebotó contra el suelo. Hephaestus solo había sentido la obscuridad a su alrededor desde la destrucción del Crystal Shard, y en este momento sentía lo mismo por la parte interior. Obscuridad. Se encendieron 2 llamas, 2 ojos de fuego, de pura energía, de puro odio. Y esa visión confundió aún mucho más al ciego Hefesto. ¡Podría ver! ¿De qué forma fue viable? La bestia observó una luz azul; un chorro de relámpagos se deslizó y se abrió paso mediante la espuma del suelo. Ahora había pasado el punto de la devastación final, donde el poderoso aparato desató consecutivas capas de magia hace un buen tiempo para cegar a Hefesto, y después de nuevo, mucho más últimamente ese día, para dejar en libertad multitud de energía nigromántica asesina para agredir al dragón y… ¿Y realizar qué? El dragón evocaba el frío, las escamas cayendo, la profunda sensación de caída y muerte. No supo de qué manera, pero lo volvió a conocer. ¿Cuál sería el valor? Hefesto respiró hondo. En cambio, lo procuró y se percató de que de todos modos no se encontraba respirando. De pronto, aterrorizado, Hefesto se concentró en el punto del cataclismo, y en el momento en que el extraño fluído de magia azulada se desvaneció, la bestia vio formas agazapadas, una vez dentro, bailando entre los restos del aparato que las contenía. Retirados, inclinados, los fantasmas, los siete liches que hicieron el poderoso Crystal Shard, brindaron vueltas y cantaron viejas expresiones de poder perdidas hace un buen tiempo en los reinos de Faerun. Una observación mucho más próxima descubrió los orígenes muy distintos de estos hombres viejos, las distintas etnias y especificaciones correspondientes a puntos muy distantes del conjunto de naciones. No obstante, desde la distancia, todos parecían ser un anillo de criaturas grises muy afines, vestidas con arrapos de los que una niebla gris se elevaba con cada movimiento: la fuerza escencial del aparato sensible. ¡Pero fueron destrozados con la primera explosión de Crystal Stone! La bestia no levantó la gran cabeza que cubría la punta de su cuello serpentino para cultivar la catástrofe entre los fallecidos vivientes. Se limitó a ver y sopesar. Apreció la cadencia y el tono y reconoció su desesperación. Deseaban regresar a su morada, regresar a Crenshinibon, al Crystal Shard. El dragón, interesante y aterrorizado, fijó su mirada en aquel conjunto de naciones vacío, donde una vez estuvo un poderoso aparato que sin caer en la cuenta había aniquilado a costa de sus ojos. Y se percató de que lo había destruido por segunda vez. Sin que él lo supiese, el poder residual continuó en el fragmento de cristal, y en el momento en que el ilícido de cabeza con tentáculos lo provocó, Hephaestus arrojó llamas que de nuevo atacaron el fragmento de cristal. Sacudió la cabeza por todos lados. La furia se apoderó del dragón aún mucho más, una repugnancia llena de horror que cambió instantáneamente de la consternación mucho más agonizante a una íra sin límites. Pues prácticamente había perdido sus enormes, preciosas y refulgentes escamas rojas, que en este momento yacían desperdigadas por el suelo. Solo unos pocos salpicaban su forma prácticamente esquelética, restos patéticos de la majestuosidad y el poder que una vez mostró. Levantó un ala, una bella ala que hasta recientemente le dejaba volar sin esfuerzo sobre las corrientes de aire que se elevaban desde las Montañas Copo de Nieve hacia el nordoeste. Solamente que huesos y trozos de piel coriácea adornaban ese apéndice derrumbado. Lo que una vez fue una enorme, grandiosa, impresionante hermosura, se había achicado a una aborrecible broma. Lo que antes era un dragón, lo que todavía es un dragón el día de hoy, se ha achicado a… ¿qué? ¿Fallecido? ¿Viva? Hephaestus miró su otra ala, rota y esquelética, y se percató de que el fluído azulado de un extraño poder mágico había pasado mediante ella. Viendo mucho más de cerca mediante la corriente prácticamente opaca, Hephaestus apreció que había una segunda corriente de energía chisporroteante, una banda verdosa en el campo azul, reculando y chisporroteando en la corriente primordial. Anclado al suelo, ese cordón aparente de energía conectaba el ala del dragón al aparato, vinculando a Hephaestus con el fragmento de cristal que creía haber destruido hace bastante tiempo. «Lúcida, enorme bestia», ha dicho la voz en su cabeza, la voz del ilícido, Yharaskrik. «¡Lo haces!» Hefesto rugió. El dragón empezó a gruñir, pero de pronto y sin previo aviso, fue golpeado por una explosión de energía psiónica, dejándolo balbuciendo cosas sin relación. «Andas vivo», ha dicho la criatura atrapada en esa energía. Has vencido a la desaparición. Eres mucho más grande que antes, y estoy contigo para guiarte, para enseñarte poderes que trascienden cualquier cosa que logres imaginar. Con una avalancha de fuerza de su furia, la bestia se puso parado, sacudiendo la cabeza para controlar toda la caverna. Hefesto no se atrevió a eliminar su ala de la cadena mágica, miedoso de regresar a presenciar la nada. Fue a donde estaban los fantasmas danzantes y la Piedra de Cristal. Las sombras agazapadas de los fallecidos vivientes dejaron de ofrecer vueltas y se volvieron hacia el dragón. Recularon, por temor o por respeto, algo que Hephaestus no ha podido saber. La bestia se aproximó a la piedra y de manera cuidadosa extendió una garra para tocarla. Tan rápido como sus dedos esqueléticos se cerraron cerca de él, una compulsión inmediata, un impulso abrumador, lo logró alzar su pata para pegar el fragmento de cristal justo en la parte de arriba de su cabeza, sobre los ojos fieros. En el momento en que Hephaestus logró el movimiento, se percató de que la trascendente intención de Yharaskrik lo forzaba a llevarlo a cabo. No obstante, antes que pudiese vengarse de semejante insulto, la furia de Hefesto desapareció. Se sintió abrumado por el éxtasis, una liberación de espectacular poder y alegría trascendente, un sentido de identidad y integridad. La bestia se inclinó hacia atrás, liberando su ala del fluído de energía, pero Hephaestus no se horrorizó, en tanto que su novedosa sensibilidad y conciencia y la energía escencial restaurada no redujeron. No, no es energía escencial, meditó Hefesto. Todo lo opuesto… Precisamente lo opuesto”.

EL TRIPLE REY FANTASMA

¿Puedes decir dónde se encuentra el rey negro a fin de que esté en alerta mate?

A) Está en alerta mate B) Está asfixiado. Tenga presente que hay 2 resoluciones. C) Toque para desplazar, matar en un solo movimiento. ¡Otra vez atención!, por el hecho de que hay múltiples resoluciones.

¿Quién es Zhong Kui?

Zhong Kui

Popular tanto en China como en El país nipón como el Príncipe de los Espectros pues se ocupaba de negociar la venta de espectros y diablos.

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