Y de esta forma fue como Isabel de Trastâmara, la reina Isabel I de Castilla, llamada Isabel la Católica, se transformó en la mujer mucho más vigorosa de Europa, que en su instante era como decir de todo el mundo. Con su tesón abrió el sendero que condujo al nacimiento del Imperio español.
Pequeñas y jovenes de todas y cada una de las latitudes que brindaron brida suelta a su imaginación con los cuentos de hadas mucho más fabulosos se estremecieron frente al lado mucho más humano y conmovedor de las seis reinas que desfilan por las páginas del libro Rainhas Malditas, de Cristina Morato.
Mediante diarios personales y correo familiar, Morató revela puntos poco populares de ciertas reinas mucho más legendarias de Europa. Su libro recorre las pasiones y inconvenientes de la conocida Sisi, la indomable Isabel de Baviera, que fue emperatriz de Austria y reina consorte de Hungría; Cristina de Suecia, una mujer poco interesante que reinó en un periodo convulso y debió abdicar del trono; la de españa Eugenia de Montijo, emperatriz consorte de los franceses como mujer de Napoleón III; Victoria I de Inglaterra, entre las reinas mucho más viejas, cuyo reinado duró 64 años; Alexandra Romanov, la última zarina de Rusia, asesinada al lado de su familia por los bolcheviques en la revolución que puso fin a tres siglos de dominio zarista, y al final María Antonieta, «la austriaca», como la llamaban con desdén los franceses en su temporada de menor popularidad, que acabaría con su marido Luis XVI en la guillotina a lo largo del Reinado del Terror de la Revolución Francesa.
Nefertiti
(c. 1370 aC-c. 1330 aC)
seguramente la reina más esencial de Egipto, fue la enorme mujer real de Akhenaton. Su hermosura fue histórica y su papel político y espiritual fue definitivo para el viejo Egipto.