La pelea entre Huáscar y Atahualpa marcó el objetivo del imperio Inca. El vencedor, Atahualpa, no ha podido gozar de su victoria final en el momento en que Francisco Pizarro con sus 180 soldados españoles atrapó a Atahualpa en Cajamarca.
En el momento en que le preguntan cuántos años tiene, acostumbra contestar: “Tengo un par de años menos que el ferrocarril del sur”. Y para fijar aún mucho más la fecha, anota: “En aquella temporada todavía se afirmaban versos en las plazas. Miró el atardecer…” Y sigue con su identidad: “Mi nombre terminado es Héctor Roberto Chavero Aramburu y Otaegue, de este modo no más: mitad vasco y mitad indio, pero en la tierra de mi padre –Santiago del Estero– charlan quechua, no el quechua del Perú o de Quito, sino más bien una suerte de dialecto indígena. De niño aprendí historias y cosas de los Incas; Quizás de ahí que, en el momento en que llegó el instante de firmar mis primeros poemas a los 14 años, me pareció habitual llevarlo a cabo como Atahualpa Yupanqui. Desde ese momento he favorito que me llamen de esta forma.”
Y ahí es en el momento en que la historia comienza a realizar historia: “Mi padre era ferroviario. Vivíamos en estaciones de ferrocarril, en la mitad de la pampa. murió, le afirmaron a mi madre: señora, tómese un mes de reposo, le enviaremos un jefe importante para sustituir al que murió, pero enviaremos un solo hombre a fin de que no ocupe todas y cada una de las habitaciones. hasta entonces, busca algo. Mi madre era vasca, profesora rural, fácil profesora rural. Y bueno. ¡Tras treinta días, a volar!”.