El caballero negro Según cuenta la historia, Antón García de Bonilla era un considerable hacendado que tenía a muchas personas bajo su servidumbre. Asimismo dicen de su figura que amaba a los caballos.
Es medianoche en Liso Grande. Sendero a Tuxcacuexco y Tonaya, entre Paso Real y Chachahuatlán, un jinete cabalga solo. Sendero al amanecer, los cascos del caballo marcan el paso retardado del deambular nocturno y las piedras secas del sendero argumentan coléricas al ataque de la herradura. El caballero abre los ojos para contemplar un cielo que conoce de memoria. Contar estrellas en vez de pensamientos. Tiene temor de quedarse dormido. El sombrero está colgando hacia atrás, mucho más por práctica que por frío. Es la noche de San Juan y las estrellas agitan la cubierta obscura. El caballero vuelve de tomar medicinas a una mujer enferma. Algún químico contra la malaria. Tras él, el peón del rancho lo prosigue con paso furtivo y desmayado. En verdad, estuvo aguardando esto a lo largo de cierto tiempo. Diríase que Don Cheno es un jefe bueno y desprendido. El peón piensa que sí. Toda la localidad lo sabe. Si bien en estos momentos de crueldad y resentimiento uno no debe confiar no en sus amos. En Apulco, las bandas rebeldes de la Revolución asaltaron y quemaron múltiples ocasiones la hacienda. Como se volvió arriesgado vivir allí, el granjero Cheno llevó a los pequeños a Tonaya. Pero el caballero de la noche no teme a los delincuentes. Semeja mucho más preocupado por esta piel pura que en este momento es el Plano en el momento en que en algún momento fue una tierra fértil bañada por ríos. Sin parar al caballo, el caballo desplaza la cabeza para hablarle al peón. Entonces lo piensa mejor y escoge acompañar la noche recordando en su silencio la letra de un corrido. «Oh, los Altos de Jalisco…» El peón semeja estar durmiendo sobre su caballo. En ocasiones afirmaría que charla solo. O quizás estés soñando a lo grande, por el hecho de que jamás vas a saber si lo que pasó fue situación o un sueño. Siempre y en todo momento recuerda a Don Cheno, su jefe, cabalgando como lo logró la noche del asesinato. Jalisco es tierra de procesiones y virilidad, y mencionarle a un hombre que no es hombre es la peor ofensa. Pero no fueron esas las expresiones que esa aciaga noche, poco tras el anochecer, intercambió el capitán con Guadalupe Nava, Lupillo, en el momento en que lo halló en los confines de Plano Grande. Las expresiones de don Cheno fueron muy duras pues llevaba razón de su parte. 4 expresiones respetuosas y breves fueron las expresiones que le ha dicho a Lupillo Nava, el hijo del vecino, en el momento en que este se le aproximó poco tras iniciar la noche, mientras que el patrón salía de la finca a conocer a la enferma. El mafioso aprovechó el fortuito acercamiento con su vecino Lupillo, hijo del presidente municipal de Tolimán, para reprocharle la invasión ganadera de sus tierras. El patrón, como recuerda su peón y compañero, le solicitó a Nava que arreglara con el capataz el tema de la invasión de ganado en su finca, en tanto que no era la primera oportunidad que su ganado entraba en la hacienda São Pedro Toxina. Lupillo Nava es un joven muy borracho y pendenciero. Suelto, predeterminado. Quizá de ahí que, por su falsa masculinidad, el reproche del buen don Cheno debió parecer duro y humillante. No obstante, pasada la medianoche, el jefe olvidó completamente la desapacible charla que había tenido horas antes con el hijo de la vecina. El caballero medita sobre una cuestión de estrellas en el momento en que, de regreso en la finca San Pedro Toxín, después de conocer al enfermo de malaria, el joven Nava va a procurarlo como por al azar. Don Cheno, un hombre pacífico y desprendido, considera buena iniciativa que Lupillo Nava se ofrezca a acompañarlo en su sendero a casa. Ni el patrón, que transporta bien sus anteojos de montura dorada, ni el peón lograron acertar un indicio de rencor en Lupillo Nava, si bien es verdad que su caballo anda mucho más erguido que el inoportuno jinete. Todo como siempre y en todo momento, como siempre que el chaval ande algo borracho de madrugada. Esta noche la explicación del borracho es doble. Según supo después el peón, Nava, enfurecido por las expresiones de reproche de don Cheno, instantaneamente se refugió en la cantina, presto a embriagarse con mezcal y de esta forma armarse del valor que le dejara combatir a su contrincante. Caballo y peón no ven nada extraño en este fortuito acercamiento con el vecino. Además de esto, el entrometido y el patrón tienen que charlar en voz baja mientras que sus caballos pasean de forma directa hacia la granja. En el momento en que hayan andado mucho más de quince minutos, un jinete tras otro, como prescriben los caminos ásperos y pedregosos, tras atravesar el arroyo llamado La Agua y explotar al entrometido que el leal peatón ha adelantado unos metros para abrir la puerta de San Pedro, pasa lo inesperado. Guadalupe Nava descarga con furia todos y cada uno de los tiros libres del arma por la espalda. Una bala entra al motociclista por la nuca y sale por la nariz. Aun de esta manera, Don Cheno mantiene al caballo tal y como si el moribundo necesitara del animal para atravesar las puertas de la desaparición con él. El asesino escapa. Absolutamente nadie te procurará. El peón tiene bastante trabajo para cuidar a su amo. Tan fallecido como suena, todavía es el ya establecido. Además de esto, la desaparición es en ese sitio y en ese instante moneda día tras día. Quizás la única moneda compartida por ricos y pobres, aparceros y terratenientes.
* * * El homicidio de Juan Nepomuceno Pérez Rulfo, popular como Don Cheno, ocurrió el 23 de junio de 1923, víspera de San Juan, en el estado de Jalisco, México, y el asesino jamás fue detenido . Primeramente, por el hecho de que siendo hijo de quien era, presidente municipal de Tolimán, toda la localidad lo resguardaba. Además de esto, este no es buen instante para arrestos, en tanto que el gobierno central mexicano ha perdido el control de las fuerzas legales que dominan las ciudades del interior. Los terratenientes han arruinado su finca, se prepara la revolución cristera y la gripe de españa ha restituido su reinado. Y para mayor rigor histórico, vale rememorar que México, tras la Revolución, es un país habituado a la desaparición, un país de puros sobrevivientes huérfanos. Huérfanos de progenitores y huérfanos de gobierno. De este rincón y de un padre acribillado a tiros por la cobardía de un fácil borracho, va a nacer Juan Rulfo, el enorme escritor. El enorme huérfano y soñador de la desaparición. El niño Juan, dicen las amas de sus casas, se pasa la vida soñando. “Sus sueños son como todos y cada uno de los sueños. Puras cosas imaginarias”. Exactamente la misma noche previo al asesinato de El Plano, el niño Juan sueña con la desaparición de su padre. Justa Cisneros, la bisabuela anciana de Juan, entra en la habitación del hijo de don Cheno. Halla al niño despierto, viendo en la obscuridad esas luces con las que los vivos acompañan el alma del difunto. Todo el Liso parecía estar en llamas. «Tu padre está muerto», fueron las expresiones con que Justa despertó al niño de su sueño lúgubre. “A esa hora del sueño, en el momento en que andas en la mitad del sueño, en tus sueños, inútil pero soportable, mortal pero preciso. «Permíteme proseguir mi sueño». Todo lo demás es patraña. Absolutamente nadie puede fallecer mientras que duerme. “Son ya las tres de la mañana y trajimos a tu padre. Lo mataron ayer de noche. El niño Rulfo, el segundo hijo de don Cheno, va a tardar en opinar en algo tan horrible. Su padre fallecido. Su padre ejecutado. Tatá Justina invita a su hijo desde la puerta: — levántate y ven a verlo antes que lleguen los que lo amaron y lo conocieron. El niño resiste. Negó. No desea opinar. Empieza la literatura.
El caballero negro en la civilización habitual salvadoreña
En la civilización habitual, el caballero negro no es una historia de historia legendaria que destaque bastante, entre las opiniones de distintas departamentos; esta no es con la capacidad de propagarse popularmente, entre otras muchas cosas pues sus víctimas son escasas, ni quieren han subsistido a esta experiencia. La historia del Caballero Negro no se compone bastante de prácticas o hábitos de personas, no hay una creencia habitual, solo colectiva.
Escasos son los que charlan y sostienen vivo este historia de historia legendaria que se fué transmitiendo de generación en generación; si bien en la civilización se almacena Hay una secuencia de opiniones sobre leyendas, producto de antepasados que afirman haberlas vivido. El Caballero Negro consigue generar cierto temor con relación a la avaricia que se apropia de los humanos.
Historia de historia legendaria
Cuentan los abuelos que hace bastante tiempo vivía un extraño adulto mayor que merodeaba por todos y cada uno de los pueblos de la zona, era un hombre prominente, apuesto, que siempre y en todo momento vestía traje negro y un enorme sombrero negro. Además de esto, absolutamente nadie sabía nada de él; pues no tenía amigos. Llegaba a las ciudades de súbito, se quedaba una semana o 2 y desaparecía sin dejar indicio.
Si bien el hombre ahora está muerto, los campesinos comentan que todavía lo observan frecuentemente montado en su caballo y acompañado de 2 perros fieros, el Sombrerón, como le llaman popularmente, ronda los caminos y los campos solitarios. Espanta a borrachos, noctívagos, ludópatas y, al fin y al cabo, a todo el que que no se comporta bien.
El cobro de deudas
El Charro ahora se había olvidado de ese negocio que lo maldijo. De ahí que, en el momento en que apareció el demonio para recordarle que se aproximaba el instante del pago, se atemorizó como jamás.
El terror invadió a nuestro personaje principal hasta el último rincón de sus supones. Recordó su deuda y, por cobardía, empezó a ocultarse. Ordenó a sus campesinos que colocaran cruces por toda la propiedad y edificaran una pequeña capilla.