37 Todo cuanto el Padre me da, va a venir a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera. 38 Pues he descendido del cielo, no para realizar mi intención, sino más bien la intención del que me envió.
Lectio Divina de Raúl Gonzáles de Panamá
Conmemoración de los leales finados
Evangelio Juan 6,35-40 – esta es la intención de mi Padre
35 Jesús les ha dicho: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí jamás va a tener apetito, y el que cree en mí jamás va a tener sed. 36. Pero ahora les lo dije: Me vieron y no creyeron. 37. Todo cuanto el Padre me da, va a venir a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera; 38. Pues he descendido del cielo, no para llevar a cabo mi intención, sino más bien la intención del que me envió. 39. Y esta es la intención del que me envió; que nada pierdo de lo que me dió, sino lo resucito en el día postrero. 40. Pues esta es la intención de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el último día.”
¿Qué mucho más tenemos la posibilidad de soliciar? El Señor aquí verdaderamente nos revela, por de este modo decirlo, la Intención del Padre. Trazamos el Sendero; entendemos lo que debemos realizar para poder el Bien más que nada el Bien. Antes llegamos a la convicción de que no hay Bien Mayor que la Vida, con mayúsculas, por el hecho de que es única y también insustituible. No existe nada que tengamos la posibilidad recibir que sobrepase la Vida, por el hecho de que sin Vida no hay nada. Nos encontramos persuadidos de esto muy de forma rápida. Solo toma unos segundos pensar sobre esta iniciativa para cerciorarse de que es cierto. Lo que ocurre es que frecuentemente no abordamos adecuadamente nuestras meditaciones, así sea pues prácticamente jamás meditamos o por el hecho de que en el momento en que lo hacemos nos encontramos tan agitados, tan deseoso por agradar ciertas pretensiones, que nos perdemos lo mucho más visible. Siempre y en todo momento pasa que lo más esencial pasa inadvertido por nuestras múltiples ocupaciones rutinarias. Por servirnos de un ejemplo, el día de hoy prácticamente se me sucede felicitar a mi mujer por su cumpleaños. Se vería como un zapato, esto es, muy mal, si la despidiese el día de hoy de su trabajo sin siquiera felicitarla. Imagínese entonces llamar o mandar sms para realizar esa obligación, por el hecho de que no es nada interesante. ¿Qué ocurrió? Que me levanté muy temprano, como siempre y en todo momento, para elaborar nuestro desayuno y lonchera, y con el apuro de la rutina a esa hora, verdaderamente extrañé algo que tenía pendiente desde hacía múltiples días. Entonces, lo más esencial que tendemos a pasar por prominente por el hecho de que es evidente. Daremos una charla sobre el cariño y la amistad y no tenemos la posibilidad de devolver los saludos al portero ahora la multitud humilde que nos espera quizás con muchas horas de antelación, mejorando todos y cada uno de los datos especialistas a fin de que todo se mueva con toda naturalidad. O, hacemos un mal chiste que mina nuestra caridad cristiana y revela envidia, codicia, orgullo o algún complejo. El carácter de forma frecuente nos traiciona. Personalmente me siento de esta forma en el momento en que estoy conduciendo mi coche y de manera automática, tal y como si fuera una parte de esta actividad, recibo una sucesión de palabrotas y también insultos a mis compañeros por sus maniobras. Esto es, caemos en las garras de nuestros hábitos y estos frecuentemente nos previenen ver lo que enserio importa y que contamos tan cerca, como la vida… esta es la intención de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y piensa que Él tiene vida eterna y que yo lo resucite en el día postrero.
Todo cuanto el Padre da
Si la atracción de Cristo es resistible, entonces ¿por qué razón Jesús asimismo afirma en Juan capítulo 6: “Todo cuanto el Padre me da, va a venir a mí”? En un caso así, ofrecer semeja irreprimible y también incondicional, y en verdad lo es. Pero esta no es una decisión individual para la vida eterna. Para comprender por qué razón, debemos estimar todo el pasaje.
“Todo cuanto el Padre me da, va a venir a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera. Por el hecho de que bajé del cielo, no para realizar mi intención, sino más bien la intención del que me envió. Y esta es la intención del Padre que me envió: que yo no pierda nada de todo cuanto me da, sino lo resucite en el último día. Y esta es la intención del que me envió, que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día.” (Juan 6:37-40, énfasis añadido).