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Qué piensa Maquiavelo de la felicidad

La alegría en el planeta kantiano no es dependiente del destino o del resto, sino más bien de uno mismo, de la persona, o sea, del propio accionar y carácter.

Los que se sublevaron en el mes de mayo de 1968 asimismo creyeron que sabían lo que hacían y no les importaba ni controlaba las secuelas de sus actos. Fue frente un movimiento liberador que incluía todos y cada uno de los elementos de esta clase de movimiento: la crítica del presente y de nosotros, la aptitud de ver otras opciones y el deseo entusiasta de efectuarlas, la movilidad, la transformación y la creación, la asunción de que nada es finito o especial. , que tenemos la posibilidad de cambiar las relaciones de poder, modificarnos, controlar nuestros sitios… Liberación, sí, pero ¿de qué? ¿Cuáles eran las corrientes? El sentido de la acción jamás forma parte a sus personajes principales. Quienes asaltaron la Bastilla no sabían que estaban empezando la Revolución Francesa. Las revoluciones organizadas siempre y en todo momento fueron un enorme fiasco. La sociedad donde nacieron los jóvenes de Mayo del 68, si bien políticamente estructurada como una democracia, era una sociedad patriarcal y déspota, en especial en el campo privado. Era la sociedad recia del capitalismo fabril, de la mayor parte de los trabajadores, cuyos líderes se discutían entre el reformismo y la revolución; Era una sociedad dominada por jefes hombres y único sostén de la familia, por jefes -como se llamaba entonces a los amos de compañías-, por la autoridad vertical de profesores, líderes de partidos y sindicatos, gobernantes, clérigos o profesores pensadores. todos teóricos depositarios de entendimientos indudables; Era una sociedad con una ética sexual tan recia como hipócrita, donde se compatibilizaba la virginidad y el matrimonio para toda la existencia con “almacenados” para las clases altas y prostíbulos para los trabajadores. Era una sociedad que solamente atisbaba los impresionantes procesos de transformación económica, familiar, cultural y, más que nada, de liberación de la mujer que se generarían desde entonces. Fueron los jóvenes quienes vieron el potencial liberador actualmente. De ahí que, Mayo del 68 aceptó los letras y números de un enfrentamiento de edades. De ahí que pilló desprevenidos y de espaldas a los beatos intelectuales actualmente. Sartre pensaba que el marxismo duraría 20 siglos (¡oh, vanidad!) y solo se desmoronó veinte años después con el Muro de Berlín tan inesperadamente como en los comienzos de mayo del 68. Fue una rebelión popular, no política. Los que deseaban sacar beneficio político solo compartían la confusión: la triste imagen de Sartre usando el retrato de un tirano como Mao para vencer sin éxito a De Gaulle. Deseos de independencia bajo banderas totalitarias. Uno de los más importantes personajes principales de la revuelta, Daniel Cohn-Bendit, de hoy presidente de los Verdes en el Parlamento Europeo, nos comenta en lúcida retrospectiva que “la mayor parte de los participantes de la manifestación deseaban tomar el control de sus vidas, fuera de la factoría o de sus viviendas privadas”. vida. El deseo de emancipación llevado por el movimiento no tenía un término político para traducirlo. Los libertarios teníamos como referencia el Frente Habitual, los consejos obreros… pero nuestras consignas eran surrealistas, poéticas: ‘Sé verdadera, solicita lo irrealizable’. De qué forma restituir una revuelta existencial en un alegato político’. Una herencia irrealizable. 1968 es un mito para la izquierda… con el que no sabe realmente bien qué llevar a cabo”. Pero el capitalismo, con su pésima eficacia adaptativa, supo qué realizar con todas y cada una aquellas fuerzas liberadoras que terminó denigrando, domesticando y poniendo a su servicio. Cerca de mayo de 1968 se brindaron una sucesión de situaciones que hicieron viable la explosión libertadora: anticonceptivos, aparatos que reducían el trabajo familiar, el comienzo de la economía de servicios y la incorporación masiva de la mujer en los estudios y el trabajo, el hallazgo de que la ciencia avanza por falsificación y no por falsificación. por la acumulación de verdades, verificada con su horrible correlato de que los profesores tienen la posibilidad de ser falsos profesores, la convicción de que el avance popular no solo funciona sino pide mayores grados de independencia en todos y cada uno de los dominios, la rebelión de los trabajadores contra su cuenta como puras piezas de un ‘ organización ‘científica’ del trabajo, descontento con una Administración que trataba a los ciudadanos como sencillos administrados y también ignoraba su derecho a la participación, la oportunidad de una ‘joie de vivre’ para gozar de la vida alén de los muros del patriarcado autoritario… Pese a la guerra fría, eran tiempos de seguridad tanto en el trabajo como en la calle y, por consiguiente, confiados en que el futuro siempre va a ser mejor. No se sabía que el futuro jamás es lo que era. La izquierda se encontraba bloqueada. La rebelión no formaba una parte de sus esquemas. La derecha llamó a las fuerzas del orden contra la sociedad ‘conminada’. De Gaulle ganó las selecciones pero debió irse un año después tras perder un referéndum. Los nuevos negociantes, en cambio, comenzaron a leer las inmensas opciones de mercado que les abría el erotismo liberador. La minifalda fue el sencillo antecedente de una revelación poco a poco más universal y mercantilizada, próximamente capturada por un capitalismo poco a poco más neoliberal y global. El cuerpo terminó transformándose en una mercancía para los mucho más distintos objetivos, globalizada y multiplicada por la tecnología. La consigna “abajo la sociedad de consumo” quedó enterrada a lo largo de otros sesenta años como “contraindicado prohibir”, “gozar sin dificultades”, “pierdes el respeto, no lo procures”, solo en su carácter permisivo y mucho más tenuemente neo- versión capitalista narcótica y manipuladora. En las cloacas de mayo de 1968, puñados de hippies desdentados continuaban desperdigadas por el planeta, consumidos por la mariguana y la impotencia antisistémica, rechazados por una sociedad abierta a las promociones de novedosas maneras de vida mucho más permisivas nunca brindadas por la propaganda de un capitalismo en expansión y cosificado en recursos y servicios que invaden poco a poco más la vida pública y privada. Quizás pocos como Killian Fritsch simbolicen la decepción de los rebeldes del 68. Creó el eslogan “bajo los empiedres, la playa”. Al no hallarlo, lo procuró en los desagües de paraísos artificiales y terminó suicidándose bajo los empiedres, en el metro de París. Hasta entonces, las calles de piedras de todo el planeta se llenaron de promociones para un consumo poco a poco más masivo, personalizado, desenfrenado y permisivo. El cariño libre es conceptualmente lo opuesto de la sexualidad liberada, que es lo que verdaderamente pretendía el 68. Sin independencia no hay amor, pero tras la libre determinación, el cariño es distribución y lealtad. Solo con la independencia de la mujer, posibilitada por el ingreso a la educación, al trabajo ahora los anticonceptivos, el matrimonio y la familia podrían fundamentarse en el cariño, que dejó de ser un ideal aristocrático extraño al matrimonio para transformarse en una aspiración humana probablemente universal. Desde mayo de 1968, la milicia del amor demandaba el divorcio al negar la continuidad del vínculo marital sin amor. Pero los frívolos rebeldes del 68 llamaban amor libre a eso que no era mucho más que sexualidad liberada. Las fáciles y agradables expresiones de amor de Serrat les sonaban a ruindad burguesa y en nuestros boleros solo podían ver el instrumento de la conquista erótica. La sexualidad liberada, los mucho más enclenques caían en las trampas y vicios mucho más groseros. Si prácticamente todo vale, todo puede ser objeto de exhibición, fantasía o tránsito. Sin una especialidad ética o estética que tenga dentro la sexualidad, la mujer, el niño, el hombre… todo puede ser objeto de los mucho más distintos tráficos legales o ilegales. En una era en teoría de derechos humanos, el alquiler y venta de cuerpos y sus imágenes está tolerado como jamás antes, el turismo sexual está muy extendido y brota toda clase de perversiones. La pornografía y la prostitución no solo dejaron de ser vulneraciones, sino se convirtieron en parte importante de la producción capitalista globalizada y de la corrupción que la acompaña. Son el petardeo de mayo del 68. El día de hoy absolutamente nadie se siente con autoridad ética para soliciar medida, o sea, educar en formas y valores que dignifiquen el erotismo liberado. Pero la milicia del amor sigue con vida, lo busca y lo demanda como el sublime pan de vida, fuente de plenitud, que no nos hace inmortales pero que en ocasiones nos hace sentir lo insondable y eterno. ¿Felicidad o búsqueda de sentido? Tendemos a meditar que la alegría es dependiente de las tres cosas de la vida (salud, dinero y amor) y que estas, por su parte, dependen de las condiciones sociales o ajenas de nuestra vida personal. De aquí se deduce que el propósito de las políticas públicas ha de ser hacer las condiciones sociales a fin de que florezca la alegría o el confort humano. Todos entendemos, no obstante, que las cosas son considerablemente más complicadas. No solo por el hecho de que bajo la invocación del confort o la alegría (¡Dios, qué conceptos tan bien difíciles!) se despliegan las mucho más abyectas luchas por el poder, sino más bien por el hecho de que en este momento es obvio que la alegría, la desgracia y toda la enorme gama de ocasiones y instantes intermedios. en nosotros y que este «nosotros» es una combinación complicada de genética, personalidad y condiciones sociales. En el momento en que le preguntaron al enorme erudito catalán, el jesuita Miquel Batllori, si era feliz, respondió con un rotundo «¿Piensas que soy un idiota?». A Freud se le asigna la oración “Hay 2 maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el imbécil; otro es ser”. González Faus, responsable de teología del cristianismo y la justicia, nos advierte contra los nuevos mercaderes de la alegría “que siempre y en todo momento nos presentan algún servicio que lo asegura sin precisar cambiar nada importante ni en nosotros ni en nuestras sociedades. Este es un caso de muestra mucho más de la fuerza expansiva del capitalismo en nuestro tiempo que nos da las mucho más distintas drogas, cirugías estéticas, manuales de autoayuda, consumo compulsivo, sexo libre y las mucho más pasmantes pasiones, todo al servicio del nuevo propósito de vida. : «sé feliz», come perdices, obtén el mayor exitación viable a lo largo del mayor tiempo viable. Pero, ¿para qué exactamente vinimos al planeta? ¿Ser feliz de este modo o tener una vida que valga la pena? González Faus pone encima de la mesa 2 temas de reflexión y enfrentamiento: 1. Si perseguimos la alegría-exitación como propósito prioritario en la vida, precisamente nos encontramos en el sendero que lleva a la desgracia propia y la de los que nos cubren. Dado que haya muchos persiguiendo esa felicidad el día de hoy solo revela la incomodidad donde nos instalamos. Nos encontramos en una variación de lo que los helenos llamaban «hubris» o intemperancia fatua, el único pecado que los dioses no excusan. 2. En esta vida solo puedes aspirar a la paz contigo y con el resto y una dosis de sobria satisfacción. Contamos un derecho y un deber en ello, y merece la pena comprometerse con las transformaciones internas y sociales primordiales para conseguirlo. El exitación es siempre y en todo momento tan fantástico como efímero, y en ciertas situaciones puede ser degradante e inclusive criminal. Si la vida fuera una búsqueda del exitación, se transformaría en lo que la Biblia llama «correr tras el viento» que siembra la desesperanza y la necedad. O en un emprendimiento de amontonar poder y riqueza, planteado en el sentido último de la vida, siempre y en todo momento bajo el miedo de perderlos y que, para aplacarlo, recurriremos a la avaricia de amontonar un tanto mucho más. Aristóteles y Maquiavelo consideraban que por esta razón no debían gobernar los riquísimos -si bien sus riquezas habían de ser tratadas con justicia- ni los muy pobres, ya que su pobreza los hacía increíblemente corruptibles -si bien esto no los exime del deber de tratarlos. con justicia.-. La vida, la evolución humana, siempre y en todo momento fué rivalidad y cooperación. Nacemos con habilidades para los dos. Pero el capitalismo desenfrenado, al desbordarse del campo rigurosamente económico, está invadiendo todas y cada una de las esferas de la vida con la lógica de la rivalidad y dejando al mínimo la cooperación. Este desarrollo se ajusta a la expansión de los mercados y el estrechamiento de la sociedad civil propios de la última etapa del capitalismo. La mercantilización de prácticamente todos los campos de la vida desgasta la empatía con las conmuevas y pretensiones del resto. Desde la familia y la escuela nos equiparamos regularmente entre nosotros. No aprendemos a apoyarnos, a ayudar, a colaborar. Y esto más allá de que: (1) Ahora entendemos que el hábito de equipararnos con el resto es solo una fuente de mal exitación para muchos y de frustración y también inseguridad para la mayor parte, (2) que aun para desafiar a objetivos positivos de innovación y imaginación es requisito para desarrollar habilidades de cooperación o trabajo en grupo y (3) que la sociedad civil estructurada es el más destacable atractivo para las habilidades de cooperación, si bien solo a condición de que las organizaciones civiles expresen una vida participativa y no sean solo corporaciones en defensa de ciertos intereses o enormes burocracias no gubernativos con puros impositores o donantes. Este desarrollo de substitución de la vida civil por la organización de los humanos en torno al consumo competitivo y compulsivo pertence a las peculiaridades mucho más atractivas de nuestro tiempo, cuya mejor expresión sería la substitución de la plaza pública o del mercado municipal por el centro comercial. la privacidad como único espacio seguro de ocio y acercamiento, verdadero templo del culto mucho más extendido de nuestro tiempo: la vida como sucesión de actos de consumo. ¿Hay mayor profanación de esta lógica que la conversión de la Navidad en las saturnales del consumo? Entre las desgracias de la lengua catalana es admitir un dicho miserable: “Per Nadal qui res no estrena res no val” (En Navidad, el que no comienza no vale nada). ¿Probablemente halla mayor aberración que reemplazar la alegría del Nacimiento por la satisfacción del consumo? Si perseguir la alegría como prioridad en la vida no posee bastante sentido, no es así menos que una vida sin risas, sonrisas, cariño y alegría tampoco lo tendría. El nacimiento de un humano es probablemente la mejor metáfora de la vida, ya que expresa simultáneamente supervivencia, mal, esfuerzo, debilidad, promesa, alegría y atención prolongada, obligada y cariñosa. Entre los mitos mucho más hermosos del cristianismo es exactamente la Navidad, el nacimiento del dios niño que, como es, solo puede fallecer para resucitar. Todo nacimiento humano es un acto de reproducción y renovación. Hanna Arendt, en su magnífico libro sobre «la condición humana», gloria el nacimiento, en tanto que representa la aptitud humana de comenzar algo nuevo, de añadir algo propio al planeta: «a pesar de que los hombres deben fallecer, no nacieron para eso, pero para iniciar». Y más allá de que no partimos de cero, ni tenemos la posibilidad de recorrer la historia, tenemos la posibilidad de y debemos crear para amoldarnos a ámbitos variables y crear mejores condiciones para la supervivencia. El día de hoy conocemos la profunda base biológica que hay tras estas votaciones: los humanos morimos a fin de que nazcan de nosotros seres distintas y también inigualables, mucho más capaces de subsistir en nuevos ámbitos. Vivimos para subsistir mucho más y mejor y de ahí que morimos. Aquí está quizás el mayor fundamento de la independencia humana y la mejor explicación de por qué razón todos y cada uno de los totalitarismos tienden a sofocarla, declarándola su mayor enemigo. No sostienen la individualidad, dignidad y excelencia de la diferencia y singularidad de cada humano, al que quieren someter a los dictados de la tribu, red social, raza o una historia inventada que contendría todas y cada una de las verdades y valores. preciso para una aceptable vida. Al denegar la independencia personal, la aptitud de innovación y cambio, procuran fijar la vida en la composición de las jerarquías, en el statu quo cultural, ética y de poder. Pero no hablamos de independencia liberal, sino más bien de independencia republicana. La independencia liberal está muy limitada y se ajusta de manera perfecta al nefasto ideal de una sociedad de consumo. Los liberales mucho más profundos (Hayek) definen la independencia como la sepa de coerción y los mucho más rápidos como la aptitud de seleccionar (ni que decir esto en un mercado en teoría libre). Pero los mercados no generan en función de las pretensiones humanas, sino más bien de las solicitudes de quienes tienen la posibilidad de abonar, y esto indudablemente deja insatisfechas multitud de pretensiones humanas. Este liberalismo diluye la individualidad en individualismo, tiende a aislarnos y replegarnos al campo personal y privado, manteniéndonos quizás preparados y también capaces pero anestesiados y sin una empatía básica con los que padecen. La única cooperación que reconoce es la de “team building”, que se edifica para competir mejor y dar mayor poder de compra a cada miembro. La independencia republicana se apoya en otro término de la persona y de la vida. Asimismo necesita la aptitud de seleccionar y no ser objeto de coerción o dominación arbitraria por la parte de otros. Pero no se detiene ahí, por el hecho de que eso no basta para parar el totalitarismo, la manipulación del cliente o el individualismo sin ningún sentido. La independencia republicana no es una pura aptitud de escoger, sino más bien la aptitud de trascender lo dado y empezar algo nuevo. De ahí que Hanna Arendt nos ha propuesto, como diferencia concreta de la condición humana, la libre comunicación de proyectos plurales de individuos y conjuntos en un espacio público donde el poder se divide entre personas que se reconocen como iguales y integrantes de una polis con la que sostienen nudos de lealtad basados ​​en la ley, la razón y los sentimientos. Es la vieja verdad republicana que no hay vida plena si no se mezclan la vida privada, la civil y la pública. En pos de sentido La primera cosa que da sentido a nuestra vida es subsistir. De este modo de simple. Prácticamente todas las habilidades humanas construidas durante millones de años de evolución, incluido nuestro prodigioso cerebro, están orientadas a la supervivencia, lo que siempre y en todo momento es bien difícil, puesto que, bien visto, cada ser vivo no ya no es un milagro nadando contra corriente en un Cosmos cuyas leyes físicas impulsan la desestructurante y fría (Mosterín). Vivir es ponerse en contra a esta fuerza, es mantenerse en desequilibrio termodinámico despilfarrando energía. Nuestro metabolismo, nuestro sistema reproductivo y la evolución por selección natural son nuestros trucos básicos al servicio de la vida. No merece la pena engañarse, biológicamente quien consigue sostenerse desequilibrado con el Cosmos por mucho más años y quien se reproduce mucho más o mejor gana. La vida es siempre y en todo momento enormemente improbable. La desaparición es el retorno a la temperatura ámbito, al equilibrio con la materia inerte, y siempre y en todo momento es bastante natural. De ahí que, como afirmaba el yogui Berra “trata de proceder a los entierros del resto por el hecho de que, si no, otros van a ir al tuyo”. Mientras que vivimos nos esmeramos por llevar una vida que valga la pena y lo llamamos confort, vivir bien e inclusive felicidad, expresiones tan utilizadas y bien difíciles de determinar. Pero el día de hoy entendemos ciertas cosas que nos dejan charlar de estos temas menos entusiastas. Por servirnos de un ejemplo, que estos sentimientos durables de estar bien en la vida endurecen nuestro sistema inmunológico y nos asisten a subsistir. Asimismo que dependen en buena medida de nuestro carácter, que es consecuencia de nuestra dotación genética y de nuestra experiencia. La lotería genética da normas sobre de qué manera nos comportaremos con relación a nuestro ambiente, y no todos son iguales. Estudios completados con gemelos separados al nacer para ser criados por sus progenitores y en distintas entornos detallan que alcanzan escenarios de felicidad muy afines a los de gemelos criados juntos (Layard). Los genes están ahí. No determinan, pero predisponen o hacen mucho más probables algunas formas de proceder positivas o negativas que la experiencia siempre y en todo momento puede remarcar o normalizar. La investigación popular y genética todavía debe ofrecer muchas sorpresas. En estos instantes ahora se está levantando una polvareda notable sobre si el derecho humano ha de ser estar saludable o estar saludable, esto es, tener nuestra huella genética y cambiar nuestras disposiciones genéticas «negativas». Subsistir semeja ser la fuente última, el Santurrón Grial, la rama dorada con la capacidad de ofrecer sentido a la vida. De todos modos procuramos la alegría o como desees llamarlo para subsistir mucho más y mejor. Si nos encontramos bien con nosotros y con el resto, no solo fortalecemos el sistema inmunológico sino asimismo reducimos los escenarios de cortisol que desarrollan agobio. Ahora hemos descubierto que los sentimientos positivos corresponden a una mayor actividad eléctrica en la parte de adelante izquierda del cerebro y que los pensamientos malos corresponden a la parte de adelante derecha. El escaneo directo de lo que pasa en nuestro entendimiento exhibe desenlaces afines. Disponemos mucho más que suficientes ensayos que detallan que la gente con sentimientos positivos viven mucho más tiempo. El deseo de sentirse bien es el mecanismo que permitió la supervivencia y expansión de la clase humana. Otra ilusión a descartar es la creencia habitual de que vamos a ser contentos si nos pasan cosas buenas. El efecto del bien es efímero y jamás es con la capacidad de cambiar una composición sensible pensada en pensamientos malos, a la derecha (del cerebro). Emotivamente, las cosas no son buenas o malas en sí mismas. Es dependiente de de qué manera los veamos. Todos conocemos personas que se alimentan de las adversidades y fundamentos misterios y deseos de vida que son infecciosos, al paso que otros semejan un manojo de aflicciones que siempre y en todo momento se quejan de que al planeta no le importa lo bastante para hacerlos contentos. Antoni Puigverd cuenta un recorrido con un amigo mayor que le mencionó que su mujer tenía alzhéimer y que prácticamente no lo reconocía. Ella se encontraba en crisis, se encontraba internada y él la visitaba todos los días, pero se sentía muy solo sin ella y deseaba tenerla en el hogar. «Eres un hombre muy valeroso y desprendido», le ha dicho Puigverd. El adulto mayor respondió: “Me defraudaste. Mis hijos asimismo me charlan de esta manera. Tal y como si cuidarla significara un esfuerzo para mí. Tal y como si hubiese algo mucho más que pudiese ofrecerle mucho más sentido a mi vida. No puedes entender lo que me agrada en el momento en que te veo sonreír. Da igual cuánto lleve a cabo por ella en este momento, jamás podré ofrecerle ni una milésima una parte de lo que ella me dio. De su experiencia en Auschwitz, Victor Frankl extrajo la lección de que la crueldad o la desgracia tienen la posibilidad de quitar todas y cada una de las libertades humanas salvo la última: la decisión de la actitud personal en las situaciones de la vida. A pesar de que los humanos aprendido bastante de la naturaleza, todavía contamos bastante que estudiar sobre nosotros. ¿Significa esto que la salud, el dinero o el cariño son poco relevantes para la alegría? No, solo que no son determinantes. Por sí solos no generarán una vida con sentido, sino más bien una multiplicación de chances para el exitación de cabalgar sin bridas y sin estribos a la forma de todos y cada uno de los Maradonas, Ronaldos y Ronaldinhos, juguetes rotos que en algún momento rozaron la gloria para los necesitados de sentido, desperdigadas. oa través de los pozos negros de los bienestares mucho más vulgares y degradantes. Es una vida con sentido que es con la capacidad de administrar la salud, el dinero y el cariño, entre otros muchos, como fuentes y dimensiones del buen vivir. Todos y cada uno de los ensayos y también indagaciones detallan que solo las anomalías de la salud especialmente graves tienen un encontronazo negativo en las tasas de felicidad. Lo más esencial es la salud psicológica, entendida como la aptitud de generar sentimientos positivos. Bastante gente gozan de buena salud y no son mucho más contentos por este motivo. La enorme mayoría de los pacientes, en cambio, acostumbran a sobrellevar sus inconvenientes con integridad e inclusive hay un óptimo número de tetrapléjicos que, transcurrido el tiempo, recobran un estado sensible que les deja proseguir en la pelea por la vida. Nada que ver con los hipocondríacos que se aferran a la pobreza de su infelicidad si bien disfruten de buena salud (Punset). Entonces, ¿es el dinero? La verdad es que, una vez garantizado el salario de supervivencia, no es sencillo realizar feliz a la multitud. Las pretensiones humanas son las mucho más contingentes. Dependen de nuestras prácticas, de la educación, de nuestro carácter, de lo que tengan el resto, de la propaganda. ¿Cuándo tienes bastante para ser feliz? Un aviso de Lexus, la línea de mucho lujo de Toyota, afirmaba algo tal como «si piensas que el dinero no te hace feliz es pues no has aprendido a gastarlo». Naturalmente, los ricos se sienten mucho más contentos que los pobres en el mundo entero. En USA, el 44% del 25% mucho más rico afirma estar muy feliz, al paso que solo el 33% del 25% mucho más pobre lo afirma. Lo interesante es que más allá de que los capital en los dos extremos se han mucho más que duplicado en los últimos 50 años (en este momento todos tienen la posibilidad de obtener considerablemente más cosas), la tasa de felicidad no ha incrementado y la desigualdad en la alegría no cambió. Lo inquietante de las sociedades occidentales es que la gente tienden a reportarse mucho más contentos no en el momento en que se vuelven mucho más ricas, sino más bien solo en el momento en que se vuelven mucho más ricas en comparación con el resto. Los datos son atrayentes: el incremento de la alegría final del incremento de los capital es mayor cuanto mucho más pobre eres y mengua regularmente cuanto mucho más rico eres. Múltiples estudios revelan que desde US$ 15.000 de ingreso per cápita, el desarrollo no posee encontronazo en la alegría promedio de la gente. En el momento en que se les pregunta qué capital se precisan para sentirse bien, los ricos siempre y en todo momento aseguran que precisan mucho más que los pobres… Lo mucho más inquietante es que la alegría que la mayor parte de la multitud consigue del dinero no es dependiente de sus capital absolutos, sino más bien de su situación relativa. en su conjunto de referencia. «Ser feliz es ganar cinco dólares estadounidenses mucho más por año que tu cuñado» dicen por ahí. Y sucede que el dinero no solo se utiliza para obtener cosas, sino se transforma en entre las medidas con las que valoramos a el resto y ¡uy de esos que hacen de él la medida de sí mismos! Algo afín a lo que ocurre con las drogas pasa con el nivel de capital. Cuando tienes una experiencia, precisas tener mucho más para sostener tu nivel de felicidad. La gente dispuestas a equipararse -que tienden a ser la mayor parte para el éxito de una sociedad de consumo- solo alcanzan la «tontería» o «estupideces» en el momento en que sus capital alcanzan elevarse sobre la media de su ambiente. Por imbécil que suene todo lo mencionado, son secuelas de las vidas sin ningún sentido que la propaganda contamina en esta sociedad poco a poco más líquida. El antídoto es mucho más claro que simple: hacer mas fuerte nuestro carácter con nuestra escala de valores, comprometernos con proyectos que combinen nuestro confort personal con el bien común sin caer en la infame pelea por el poder. Asimismo hay conclusiones positivas de carácter político: en el momento en que el dinero fluye de los ricos a los pobres, la alegría ganada por los pobres es considerablemente mayor que la alegría perdida por los ricos, con lo que la alegría media de la sociedad siempre va a aumentar. Cuanto mayor sea la igualdad de capital, mayor va a ser la alegría en una sociedad. Los estudios libres lo prueban precisamente: los países mucho más equitativos son asimismo los mucho más contentos. Entonces por el hecho de que…? Proseguirá.

JEAN-JACQUES ROUSSEAU (SUIZA MODERNA) – NACIDO LIBRE

“El hombre nace libre pero está en todas y cada una partes encadenado”

En contraste a Hobbes, el pensador habitual suizo, pensaba que el hombre era bondadoso por naturaleza. Pero en el momento en que fue detenido en las ciudades, mostró su peor lado. Esta iniciativa de que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe fué llamada «El buen salvaje» y es central en la filosofía política de Rousseau y sus fieles.

Bibliografía

  • Maquiavelo, Nicolás, El Príncipe, Buenos Aires, 1998.
  • Maquiavelo, Nicolás, Alegatos sobre la primera década de Tito Livio, La capital española, 1987 .
  • Maquiavelo, Nicolás, El arte de la guerra, La capital de españa, 1988.
  • Maquiavelo, Nicolás, Historia de Florencia, La capital española, 2009.
  • Maquiavelo, Nicolás, Contenidos escritos literarios , Buenos Aires, 2010.
  • Barba, María, Mujeres y Poder, Barcelona, ​​2018.
  • Fenichel Pitkin, Hanna, Fortune Is a Woman, Chicago y Londres, 1999. Verrier Dubard de Gaillarbois, Frédérique, “Machiavel et les femmes. Entre machisme et protoféminisme: bilan articulo-feministe des talks machiaveliennes”, en Colloque Le problem Machiavel. Science de l’homme. Conciencia de l´Europe, París, 2013.

9 comentarios en «Qué piensa Maquiavelo de la felicidad»

  1. ¡Vaya, vaya! Maquiavelo y Rousseau, dos pensadores muy diferentes pero igualmente interesantes. ¿Quién ganaría en un duelo de ideas? 🤔💭

    1. ¡Definitivamente no! Maquiavelo es conocido por su enfoque maquiavélico en la política, no en la búsqueda de la felicidad. Sus ideas se basan en el poder y la manipulación, no en el bienestar personal. Mejor buscar consejos en otros filósofos más orientados hacia la felicidad genuina.

    1. Pues, amigo, Rousseau y Suiza están relacionados porque Rousseau vivió en Suiza y su pensamiento influyó en la formación del sistema político suizo. No todo en la vida se reduce a Maquiavelo, hay otros pensadores igual de importantes.

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