Nodos nobles – si me quedo sin nada.
José Saramago, Ensayo sobre la lucidez, trad. Pilar del Río, México, Alfaguara, 2004, 423 partido popular.
Piensa en una mañana radiante. O en una tarde lluviosa. Un hombre pasea al sol (o en el barro) admirando todo. El verde espeso de los árboles, la tristeza miserable de las casuchas, la mirada desolada de los indios. No es un hombre ordinario, si bien anda como todos. Ganó un premio Nobel (no transporta medalla) y un séquito orgulloso lo prosigue. De súbito, bajo un árbol, se detiene. Tres, 4 cronistas encienden sus grabadoras. El sol se pone. O la lluvia medra. El hombre afirma que la pobreza le duele. Este capitalismo es despiadado. Que el planeta indígena es la novedosa promesa. Absolutamente nadie solicita explicaciones. Hace bastante calor (o llovizna) y está de tendencia que los viejos socialistas, tan alerta al futuro, miren en este momento al pasado y hallen ilusiones donde antes solo veían lastre. Un buitre vuela quemado por el sol (o empapado por la lluvia). Un loro canta (o se protesta). El hombre entra en la selva, su séquito aplaude, la imagen es paródica, pero asimismo lo es el personaje. No es sencillo dividir a José Saramago del exceso, ni su obra del alegato político. Hay autores que son políticamente abominables y literarios impecables. La situacion de Saramago es mucho más triste: la rústica soltura de sus juicios políticos perjudica la efectividad de sus alegorías narrativas. Desea mentalizar a los que leen por medio de fábulas educativas y solo enseña sobre los efectos dañinos del deber ideológico. Intenta prolongar el encontronazo de sus afirmaciones públicas a la literatura, y la pobreza literaria de sus certidumbres políticas es sencillamente impactante. O sea singularmente cierto en sus últimas novelas. Exactamente el mismo Ensayo sobre la ceguera que A Cave u O Homem Duplicado nace del deseo de denunciar un planeta antes delimitado: el planeta es capitalismo feroz, globalización desmandada, inocentes martirizados por el poder. Ensayo sobre la lucidez es esto y algo mucho más: es la novela mucho más política de su creador y una demanda de la democracia representativa. La trama se disminuye a un lamento muy conocido: los partidos no marchan, la democracia liberal no es democracia, solo queda votar en blanco. Esto hace el ochenta y tres por ciento de una sociedad hipotética en la novela. No hay opciones, y por lo mismo votas por la abundancia. El gobierno, paranoico, trama conspiraciones y, inútil de sostenerlas, deja la localidad. Los ciudadanos se quedan solos, el imperio de la representación acaba. Como de costumbre en Saramago, la novela empieza con la fortuna y se lleva a cabo sin ella. Piensa una fábula redonda, con un principio embriagador y un final educativo, pero se olvida de meditar en las trescientas páginas medias. Hay un origen, una misión y balas de paja en el sendero. Peor aún: por último llegas y la conclusión, como es natural, es insípida. En esta novela, el lector se ahorra la lección final pues la fábula, rota, desaparece a mitad de sendero. De súbito hace aparición una exclusiva portada y el creador se aferra a ella como quien revela un milagro. La alegoría se transforma en una suerte de thriller: un policía persigue a una mujer y ella es, raramente, la personaje principal de Blindness. La conexión entre las novelas es artificial y asimismo lo es el resultado. Perdió la brújula, el romance está en espera. Catástrofe literaria: charlas sobre ideas que el adulto mayor instructor olvida.La novela es tan abiertamente política que puede ser discutida desde la perspectiva de la ideología. Saramago se autodenomina socialista, si bien en un caso así se hace pasar por anarquista. Quien a lo largo de tanto tiempo justificó los estados totalitarios, en este momento revela que las autoridades son prescindibles. No vota por la izquierda o la derecha sino más bien, como sus individuos, por él mismo y sus hermanos. Cree en la amabilidad de sus semejantes y, por este motivo, detalla aquí un tímido ejercicio de autogobierno. No es necesario decir que, en verdad, estos juicios se transforman en carnicerías: privadas de representación y de derechos, las minorías son combatidas y frecuentemente exterminadas. Saramago soluciona el inconveniente con optimismo: la mayor parte son nobles y tratan bien a el resto. Lo esencial no es, de ninguna manera, concretar con rigor la oportunidad del autogobierno, sino más bien denunciar la democracia representativa. Eso es lo que le desplaza como una izquierda: el odio a las sociedades liberales. No lamenta la ineficacia de los partidos, sino más bien su vida. No caos, sino más bien pluralidad. No la democracia de hoy, sino más bien el liberalismo. Es, para decirlo sin vueltas, un enemigo de la sociedad abierta.Del mismo modo discutible es su flagrante populismo. Saramago es, según su imagen, un hombre de pueblo. No vistes arrapos, pero escribes tal y como si quisieses. La sabiduría descansa, según su obra, en los seres mucho más humildes, desprovistos de poder y riqueza. Son ellos, nobles y afables, quienes se transforman en los héroes de sus tramas maniqueas. Primer inconveniente: el Povo cobija, bajo su imprecisa mayúscula, a todos y cada uno de los que están fuera del Estado y del mercado. Que bueno que habita este mito de la izquierda llamada sociedad civil. Los políticos y los capitalistas son desalmados. Los vicios son públicos, no privados. En esta novela, sociedad es homónimo de lucidez. Vota en blanco por el hecho de que es sabia y es sabia por el hecho de que vota en blanco. No es necesario que lo explique en aspecto: hay buenos y pésimos, y Saramago es de los mejores. Tanta virtud obra en el púlpito, no en la literatura. Con ese candor se podrían redactar fábulas infantiles, jamás inquietantes novelas políticas. Saramago forma parte a la izquierda menos ofensiva. Puede nombrarse comunista y justificar los crímenes tropicales, pero le falta la crueldad de sus defensores y la efectividad de sus activistas. La suya es la izquierda sentimental, próxima a la piedad cristiana, no programática. Podría haber leído a Marx, pero es mucho más como Ismael Rodríguez de Nosotros los Pobres. Creen en la amabilidad de los enclenques, la maldad de los poderosos, y eso basta para alzar el puño. Es un izquierdista que llora enfrente de Boi Pepe. Un romance puesto en compromiso solo triunfa si convierte el planeta. Ninguno lo realiza, y por exactamente la misma razón todos fallan. Los de Saramago son en especial ineficaces: no llaman la atención a los que leen. No tienen la posibilidad de: están destinadas a tranquilizar al lector, no a provocarlo. Lo que supones se te afirma al oído: los políticos son deplorables, el capital es siniestro, solo tú eres noble. La multitud cree tanto en la sabiduría habitual que exactamente el mismo Saramago se somete dócilmente a ella. Hay menos intuiciones sicológicas en su obra que proverbios. Es el intelecto colectiva la que enseña, por medio de refranes repetidos, el accionar de los individuos, los peligros del contexto, la obscura mecánica del poder. Se encomia el intelecto del lector. Como sus principios políticos. Como tu cansado democrático. O cuando menos eso es lo que se quiere. Es bien difícil imaginar a un Saramago con la capacidad de realizar la revolución en oposición al burgués que tomó su coche, desempolvó su tarjeta de crédito y adquirió la novela que en este momento lo encomia. No hay razón para ser congruente. El best-seller y la revolución asimismo conviven, camarada. –
Se comunica la adaptación al inglés de ‘Nosotros los Nobles’
Indudablemente, Nosotros los Nobles se convirtió en entre las comedias mexicanas mucho más icónicas y mejor recibidas tanto por la crítica como por el público en la última década. Y no es exageración: si nos fijamos bien, aún el día de hoy recordamos oraciones y individuos como nuestro Javi Noble, o aun memes relacionados con la trama. No hay inconveniente, tenemos la posibilidad de decir que esta cinta ha trascendido.
Y no pasó la prueba del tiempo de este modo; asimismo lo va a hacer con un remake de Netflix para el público de charla inglesa. Últimamente, la interfaz anunció sus proyectos para amoldar este extenso film, cuya novedosa versión se va a llamar We Are the Nobles.