Los principados son hereditarios en el momento en que la familia del titular los tiene ya hace un buen tiempo, o son nuevos. Los nuevos son, o absolutamente nuevos3, como lo fue el de Milán para Francisco Sforza; o como integrantes añadidos al estado ahora hereditario del príncipe que los consigue.
Hace 500 años, el diez de diciembre de 1513, en una carta mandada a su amigo Francesco Vettori, Nicolás Maquiavelo anunció desde su exilio en Albergaccio la redacción del libro De principatibus, mucho más popular como El Príncipe, que be He se transformaría en un tradicional de la ciencia política y en un manual de referencia para bastantes de los enormes dictadores de la historia occidental.
En este libro, Maquiavelo defendía el principio de que el objetivo justificaba los medios adoptados por el príncipe (“que el príncipe se preocupe, ya que, de ganar y preservar el Estado: los medios van a ser siempre y en todo momento juzgados venerables y alabados por todos”), allanando el sendero para un empleo abusivo y distorsionado del poder, que la tradición político-lógica, en nombre del realismo –la veritá effetuale delle cose antes da imaginazione d’esse– extendió al espacio mismo del poder político generalmente, adulterando de esta manera el alegato de Maquiavelo, tanto en lo que se refiere a la letra como en lo que se refiere al marco histórico-político en el que su tratado fue escrito y al final anunciado.
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